La acción del franqueador es la de franquear, o sea apartar los obstáculos o impedimentos para poder pasar alguien o algo en movimiento, quitar impedimentos, abrir camino.
En las vías públicas, calles y avenidas, los franqueadores son utilizados como cortesía con dignatarios, como un jefe de Estado o de una entidad multinacional de la talla del Comité Olímpico o el Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, mientras más adelantado esté un país, menos se ven franqueadores.
Ni al director del FMI en Washington, ni al del Comité Olímpico en París se les asigna o utilizan franqueadores. Y ni hablar de ministros, jueces, jerarcas militares o directores generales, salvo en días excepcionales de gran amenaza terrorista.
En nuestro país ha ido calando cada día más la abusiva y odiosa práctica de algunos servidores públicos, sin distinguir si son militares o civiles, de pasear la ciudad y el país con escolta de unos motoristas o camionetas.
Esta abusiva práctica amenaza el tráfico, poniendo vidas en peligro, para que sus jefes lleguen más rápido a su destino, todo a cambio de las exiguas dietas, o sobresueldos, que reciben del despacho del escoltado.
Y la ciudadanía rechaza tajantemente esta distorsionada práctica, en un país donde nadie merece ser más protegido que el prójimo, donde no estamos en sitio de guerra, ni vivimos bajo amenazas terroristas externas ni internas.
Recién fui amenazado por la escolta de un Lincoln Town Car negro, quien tambaleándose encima de su poderosa motocicleta echó mano a la canana de su pistola, amenazándome para que me detuviera en plena 27 de Febrero para que pasara su ocupante.
Los franqueadorers son una de las mejores campañas negativas para que un partido o candidato pierda el poder, tanto por su exhibicionismo y necedades constantes como por su amenaza y perturbación del orden público. Y total, para luego el exfuncionario verse sentado en una mecedora, sumido en depresión, lamentando su desgracia, y preguntándose cómo y porqué perdió el despacho.