Construcciones vulnerables a terremotos

Construcciones vulnerables a terremotos

Construcciones vulnerables a terremotos

El devastador terremoto ocurrido el pasado 12 de enero de 2010 en la hermana ciudad de Puerto Príncipe, justo al lado occidental dominicano, cuyo saldo supera ya las 210,000 víctimas fatales, es la peor tragedia sísmica que hayamos tenido en la isla Hispaniola, en la región del Caribe y en Latinoamérica, y ha provocado un estado de shock en las autoridades haitianas, en las autoridades dominicanas, en el pueblo haitiano, en el pueblo dominicano y en todo ciudadano sensible ante el dolor humano.

Pero este terremoto, de magnitud 7.0 en la escala de Richter, el segundo sufrido por Puerto Príncipe en los últimos 240 años, y el séptimo sufrido por la isla en los últimos 438 años, ha puesto de manifiesto la gran vulnerabilidad de las construcciones formales, y las informales, pues en Haití no solamente colapsaron las edificaciones modestas construidas de forma artesanal por la gente humilde de muy escasos recursos económicos, sino que también colapsaron las edificaciones emblemáticas de esa nación.

¿Cómo podrán explicar los ingenieros haitianos que el Palacio nacional del gobierno haitiano se haya desbaratado como un simple juguete de yeso estucado,  cuando se supone que en cualquier país el edificio más seguro debe ser el palacio de gobierno, ya que la seguridad del presidente de la república y la de sus ministros y consejeros debe estar por encima de cualquier otra cosa?

¿Qué explicación habrían dado los ingenieros del ministerio de obras públicas de ese país, si el presidente haitiano, en lugar de estar en el patio disfrutando de un entretenido juego con su pequeño nieto, hubiera estado realizando sus habituales labores oficiales dentro de una de las áreas colapsadas en el palacio?

¿Qué explicación pueden darnos los ingenieros dominicanos que estaban construyendo importantes obras en Haití, y cuyas oficinas colapsaron provocando la muerte, o graves heridas, de la mayor parte de su personal ingenieril y administrativo?

De seguro que si el día 11 de enero de este año 2010, alguien hubiese preguntado a los ingenieros haitianos, y a los ingenieros dominicanos que trabajaban en Haití, respecto a la seguridad sísmica del palacio de gobierno, todos hubiesen dicho que esa superestructura era totalmente segura en caso de un gran terremoto, pero un sismo de apenas 7 en la escala de Richter le hizo colapsar por el tipo de suelo del solar.

Y es que muchos de los ingenieros constructores, como es normal y es de esperar, defienden ardorosamente la calidad de las construcciones que ignoran el comportamiento sísmico de los suelos, mientras no ocurra un sismo, pero cuando el sismo llega y destruye todo lo que ha sido construido sobre suelos flexibles, o todo cuanto sobre rocas ha sido construido mal, guardan un silencio sepulcral.

Las viejas ciudades coloniales de Santiago y La Vega fueron destruidas varias veces por los sismos de 1562, 1783 y 1842 fruto de la flexibilidad de los suelos cohesivos del valle del Cibao, pero la ciudad colonial de Santo Domingo, construida sobre una roca caliza coralina rígida, prácticamente no sufrió daños, aunque la arquitectura era la misma, los bloques eran los mismos y la argamasa era la misma. Evidentemente que la diferencia fue el tipo de suelo, tal y como lo prevé la Biblia en Mateo, 7,24-27.

En el terremoto de 1985 de ciudad México, de magnitud 8.1 Richter, las edificaciones colapsadas eran recientes y estaban construidas inadecuadamente sobre los suelos arcillosos flexibles del antiguo lago, mientras las edificaciones levantadas sobre las rocas de la periferia se mantuvieron de pie, no obstante que el epicentro estuvo localizado en el océano Pacífico, frente a las costas de Michoacán, a unos 350 kilómetros de distancia, donde la placa del Pacífico penetra en subducción bajo la placa de Norteamérica.

Un reporte mexicano establece que “todos los edificios colapsados presentaban estructuras inadecuadas para terrenos arcillosos, principalmente a causa de la corrupción y la mala planeación, pues la mayoría de los edificios colapsados eran de reciente construcción. La negligencia del gobierno fue el principal culpable del enorme número de muertos. Estructuras muy antiguas y adecuadas al tipo del terreno arcilloso, tales como la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Nacional y el edificio Nacional de Monte de Piedad (que datan de la época colonial), soportaron el sismo por tener gruesas paredes de piedra y ladrillo”.

A pesar de que los peritajes mostraron que la mayoría de los edificios caídos en México “tenían especificaciones inferiores a las exigidas en los contratos, nadie fue declarado culpable. Particularmente grave fue el caso de la constructora estatal encargada de la construcción de escuelas, cuyos directivos quedaron impunes, pese al número elevado de escuelas primarias destruidas y escolares que resultaron muertos, pues los lugares más afectados fueron principalmente escuelas y hospitales, también edificios y hoteles que recientemente se habían terminado de construir”.

Diez años más tarde ocurrió el terremoto de Kobe, Japón, con magnitud 7.2 en la escala Richter,  el cual causó 5,502 muertes, aplastó más de 100,000 viviendas, dañó 320 tramos de puentes de autopistas y líneas elevadas de tren, incluyendo las del tren-bala «Shinkansen», dañó 9,400 sectores de pistas, 250 columnas de concreto armado del tren subterráneo de Kobe, y provocó el espectacular colapso de un tramo continuo de 635 metros de la elevada vía expresa Hanshin, la cual había sido reforzada por los mejores ingenieros japoneses para resistir un sismo de 8.2 Richter, pero se cayó con 7.2 Richter, porque la aceleración del suelo fue el doble de lo estimado en los rediseños.

Durante el sismo de Kobe, la licuación de los suelos arenosos sueltos y saturados de agua fue una de las mayores causas de destrucción de estructuras e instalaciones en las áreas costeras de la bahía de Osaka, y en especial en las áreas ganadas al mar y en las islas artificiales de Port Island y Rokko, porque la mayoría de los estudios de suelos consideraron las condiciones estáticas para capacidad de carga y asentamiento máximo, pero descuidaron el comportamiento dinámico de un suelo arenoso atravesado por ondas sísmicas de cizallamiento que viajan a muy bajas velocidades haciendo colapsar la mejor estructura que usted pueda construir sobre dicho suelo suelto y saturado.

El sismo de Kobe destruyó tres mitos japoneses: el primero de ellos “que el área de Kobe estaba libre de terremotos destructivos”, el segundo “que el sistema de transporte, en especial el Shinkansen, estaba diseñado para soportar el mayor sismo probable” y el tercero “que el Japón estaba preparado para dar respuesta inmediata a cualquier emergencia con un sistema confiable”. Cualquier parecido con los mitos dominicanos de que aquí no ocurren terremotos destructivos, que el metro soporta cualquier terremoto y que los edificios y el país están preparados para un sismo, es pura coincidencia verbal.

Cualquier geólogo con experiencia en estudios de refracción sísmica y que haya medido las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte en nuestros suelos cohesivos flexibles y en nuestros suelos arenosos sueltos, se tiene que reír por largo rato cuando escucha a ingenieros dominicanos, que nunca han medido velocidades de ondas de corte, decir que las construcciones dominicanas no se parecen a las construcciones haitianas, porque aquí se diseñan los edificios con modernos softwares computacionales y que si hay un sismo similar al de Haití todos nuestros edificios se quedarán de pie, olvidando que el 22 de septiembre de 2003 un temblor de 6.5 Richter aplastó escuelas, viviendas y centros comerciales de Puerto Plata.

Fue muy gracioso escuchar al senador peledeísta vegano Euclides Sánchez, hacer un ridículo papel, en la emisora Z 101, al defender la calidad de las obras de ingeniería y cuestionar nuestros puntos de vista sobre el riesgo sísmico de nuestro territorio, cuando nadie, absolutamente nadie, ha leído un artículo técnico escrito por ese senador, igual a Sipol, a quien el país siempre ha visto como un ignorante depredador, pero nunca lo ha visto como un ingeniero en capacidad para hablar sobre sismicidad y vulnerabilidad.

Reiteramos que no hay que ser pronosticador de catástrofes para saber que en el futuro cercano la isla Hispaniola será sacudida por un sismo de gran magnitud, y que ese día nuestras edificaciones construidas sobre suelos flexibles, especialmente las construcciones del Cibao y la costa norte, serán sometidas a las aceleraciones extremas que los ingenieros diseñadores y constructores han querido desestimar. Ese día se caerán nuestros mitos, como se cayeron los mitos haitianos el pasado 12 de enero de 2010, como se cayeron los mitos japoneses en 1995 y como se cayeron los mitos mexicanos en 1985. Esperemos y veremos.



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