“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas”, George Orwell, periodista y escritor británico.
El día que los medios de comunicación asuman como política complacer las presiones que les hagan, bien sea desde el gobierno o de cualquier sector interesado, en ese momento dejarán de ser lo que por definición están llamados a ser: la voz de toda la sociedad, desde el encumbrado hasta el más humilde de los ciudadanos.
De hecho, la democracia precisa de periodistas “incómodos”, que no se arrodillen ante los gobiernos, que sean capaces de publicar lo bueno, pero también los actos de corrupción cuando los descubren. Ahí radica su fortaleza moral.
Día a día, los periodistas y los medios tienen que lidiar con intereses encontrados y aunque con más frecuencia de lo deseado lo hacen, no siempre están para complacer peticiones. Está demostrado que cuando un medio o un periodista se pliega por temor o conveniencia a las presiones de la autoridad, se descalifica a sí mismo.
El papel fundamental de los periodistas es investigar e informar de todo cuanto afecte los intereses de la sociedad, independientemente de si los resultados son del agrado o no de quienes se creen todopoderosos e intocables.
La presión ejercida por el procurador General de la República contra el propietario de un canal de televisión para que sacara del aire el programa “El Jarabe”, del periodista Marino Zapete, me parece un abuso de poder y un insoslayable atropello a la libertad de prensa y a la libre expresión del pensamiento.
La presión vino luego de que el periodista denunciara que una hermana del funcionario fue favorecida con contratos millonarios por el entonces ministro de Obras Pública y actual precandidato presidencial del oficialismo Gonzalo Castillo.
En lugar de retaliación, lo que procede es una investigación seria, para determinar si la denuncia tiene o no fundamento. Los periodistas no somos infalibles, los funcionarios tampoco.
La libertad de expresión ha costado sangre y sudor al pueblo dominicano, como para que venga ahora un funcionario, llámese como se llame, y pretenda silenciar la voz de aquellos periodistas que no están en la nómina del Gobierno, y que por tanto son capaces de sacar al sol los trapos sucios de su gestión.
La relación prensa-poder siempre ha sido una relación amor-odio. Pero contrario a lo que piensan algunos, eso es favorable para la democracia. ¿O es que acaso quieren que solo se escuchen las bocinas?
Las cosas cambian, a veces más rápido de lo que uno se imagina, y quienes hoy están arriba, mañana pueden estar abajo y entonces abogarán por una prensa independiente, con credibilidad.
En ese momento sí son buenos los periodistas “incómodos” como Juan Bolívar, Huchi, Altagracia Salazar, Edith Febles y el más “incómodo”, Zapete.
A quien menos le conviene este atropello brutal contra el periodismo decente, como el que realiza Marino Zapete, es al presidente Danilo Medina, pues quedará como una mancha de su gestión.
El Presidente debería ordenar una profunda investigación de la denuncia que hizo Zapete y, de ser preciso, sancionar a quien haya que sancionar.
El canal, a su vez, debería entender que cuando un medio cede a la presión de los funcionarios o cualquier otro sector de poder, ya no hay vuelta atrás, pues cada vez que se sientan “ofendidos” con una denuncia sobre algún acto de corrupción, lo van a llamar.
Un medio de comunicación no es una empresa cualquiera. Además de ser financieramente sostenible, precisa de algo no menos importante y difícil de mantener: credibilidad. Y esta se pierde más fácil de lo que cualquiera pudiera imaginarse.