¿Te ha pasado que alguien te ofende sin que le hayas provocado? No es raro escuchar historias de personas que a su paso van insultando a otras.
Personas que en muchos casos ni siquiera se conocen entre sí pero que reciben la descarga del estado de ánimo del desconocido.
Cuando logramos centrarnos y recordar que ese tipo de conducta no son personales, no hablan de ti, sino del interior de quien las articula, te permite conservar la calma y fuera de un evento mayor.
Cuando logramos mantener la calma ante una discusión, en la que las acusaciones o provocaciones puedan tener o no asidero, lo primero que demostramos es poder.
Ten control sobre la situación y manejo de las emociones y no permitas que alguien externo dispare el gatillo y te fuerce a hacer lo que no estás planificado hacer.
En esta parte, es como si estuviera viendo una película de KUNG-FU. Recuerda al monje shaolin, que se mantiene enfocado en su doctrina y sólo una situación de fuerza mayor lo obligaba a pelear.
La popular serie de los 70’s, que aún puedes encontrar en la internet, trajo consigo el concepto de una filosofía antiquísima donde eres dueño de ti mismo; conoces tu verdad y eres fiel a ella.
Hoy en día se hace más perentorio que fomentemos los conceptos de permanecer serenos ante las provocaciones de los tontos.
Si siempre nos apegamos a la idea de que el otro tiene su propio problema, eso nos ayudará a mantenernos serenos.
Otro pensamientos estratégico ante las provocaciones, es pensar que el provocador tiene poco o nada que perder, mientras nosotros o (yo) tenemos mucho, por lo que mantenernos serenos y centrados.