Santo Domingo.-“Yo tuve muchos problemas con el papá de mis hijos, él me maltrataba, me rompía la ropa, me jalaba los moños, me daba golpes, me insultaba y yo temía que algún día me matara; por eso dejé a ese maldito”, son las palabras de Justina M., nombre ficticio, una mujer de 40 años que vivió por dos décadas maltratos físicos y verbales a manos de su esposo.
Esta mujer, oriunda de San Cristóbal, se casó a los 13 años, y desde los 15 fue maltratada a golpes por el marido, con quien procreó siete hijos.
Después de 20 años de sufrimiento, Justina decidió separarse de su agresor, y entonces recuperó la libertad y dejó de recibir golpes de su pareja, a quien ni siquiera le guarda rencor. “Me sentí bien porque ahora solo tiene compromisos con sus hijos”, dijo.
“Cuando tenía 13 años me casé con él, ilusionada, porque yo sí creía en el amor, pero ese sueño se derrumbó a los dos años de estar juntos.
Él era un hombre bueno, amoroso, cariñoso y no entiendo cómo un hombre con tantas cualidades bonitas pudo cambiar de la noche a la mañana sin yo hacerle nada”, dice decepcionada.
Temor permanente
Durante los años que vivió junto a su compañero, Justina tenía temor de ser abusada sexualmente o incluso asesinada.
“Cuando él llegaba después de las seis de la tarde con solo yo escuchar el motor me desmayaba y los vecinos tenían que salir a socorrerme para que él no me golpeara, todo esto era causado por un estado emocional que él mismo me creó”.
“Los fines de semana llegaba como loco y borracho, yo tenía que salir corriendo, brincar por la ventana y esperar a que él se durmiera y entonces llamar a mis hijas para que me abrieran la puerta, porque él la cerraba por dentro”, recuerda con lágrimas.
Pero en esta familia, el maltrato no era exclusivo para ella, también sus hijos recibían fuertes castigos físicos y verbales de parte de su padre, sobre todo cuando llegaba borracho.
El hombre maltrataba a las niñas, “les daba pescozones, de tal manera que aún ellas no se sobreponen. Mis hijas tienen problemas nerviosos y si uno les habla fuerte se espantan y se ponen violentas”.
“Cuando quise buscar ayuda, sinceramente tuve miedo, pero un día dije hasta aquí, y me fui, pero eso duró poco, él vino arrepentido y lo perdoné, después de esta reconciliación tuve cuatro hijos, entre ellos el varón que él deseaba, pero pasados unos meses volvió a lo mismo”, contó Justina.
“Entonces, una mañana decidí marcharme y abandonarlo a él y mis hijos, la pequeña tenía alrededor de tres años, pero era necesario, o me iba o me mataba, fue mi lema”, expresa ahora con seguridad.
Más común de la cuenta
A Justina le duele su caso, pero lamenta más que esta situación sea tan frecuente en países como República Dominicana.
“Yo veo muchas situaciones así. También tengo un caso similar al mío de una amiga, ella fue más lejos, cuando ese maldito trató de darle golpes lo dejó con todo y muchachos, fue a la fiscalía y se los entregó, dice mi amiga: ‘si él me mata ellos se crían como quiera’”, dice con amargura.
Por suerte, Justina es sólo una de las 1,846 mujeres que hasta febrero de este año han asistido a una fiscalía en busca de ayuda. y no las 46 mujeres que hasta el mes de junio perdieron la vida a mano de sus parejas.
Estadísticas
Según el Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (Pacam), más de 2,479 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas sentimentales entre el año 2000 y 2014.
“Existen diferentes tipos de violencia ejercida por el hombre hacia su pareja, psicológica, física, económica y patrimonial, así como la sexual”, dijo Soraya Lara, psicóloga, terapeuta familiar y quien preside el patronato.
Aclaró que existe un contexto culturalmente socializado que justifica el comportamiento del hombre violento, como son la intimidación, amenazas de muerte o quitarle los hijos.
En ese mismo orden, llamó la atención sobre la importancia de mantenerse alerta frente a las señales del ciclo de la violencia intrafamiliar, el cual muestra tres fases: la de acumulación de tensión, que se destaca por las micro agresiones que van en aumento hasta llegar a la fase de explosión violenta, que puede ocurrir desde un ataque verbal severo, golpes y hasta la muerte.
Y la fase de arrepentimiento o reconciliación, en la que el agresor pide perdón, promete no volver hacerlo hasta que se inicia el ciclo.
En caso de ser amenazada o abusada, la mujer debe buscar colaboración en una institución o un profesional especializado en violencia de género que le ayude a superar el trauma.
Más de 6,600 denuncias en San Cristóbal
Durante los primeros 11 meses de este año el Ministerio Público de esta jurisdicción ha recibido 6,662 querellas y denuncias sobre violencia de género, intrafamiliar y delitos sexuales, informó la procuradora Fiscal adjunta de la Unidad de Violencia Intrafamiliar, Abuso Sexual y de Género, Rosa Lidia del Pozo Sánchez.
Esta cifra es muy superior a la del año pasado, cuando se recibieron algo más de 4,000 denuncias.
Explicó que aunque parezca alarmante, el aumento significa que ahora la mujer es más consciente.
Explicó que “la falta de educación y de moral” es uno de los principales males que conlleva a la violencia de género.
Del Pozo Sánchez manifestó que este es un grave problema nacional que debe ser afrontado de manera coordinada por la sociedad en su conjunto.
Llamó a tener cautela sobre las consecuencias de este tipo de acciones y a denunciar, “si haces tú denuncia salvas tu vida”.
De su lado, Roxanna Reyes, procuradora adjunta para asuntos de la Mujer, indicó que el 80% de las mujeres que pierden la vida a mano de su agresor es porque estos no son denunciados, porque las mujeres no se reconocen como víctimas, minimizan el problema, justifican al agresor, se culpan y nunca creen que las van a matar.