El atentado terrorista contra el semanario “Charlie Hebdo” tiene que ser la farsa del siglo, si no, una de las mejores perpetradas de todos los siglos.
Nada más empezando con el presidente francés, que la ha caracterizado y sigue caracterizándola ante la opinión mundial como “el 11 septiembre francés”, resulta harto sospechoso.
El señor Hollande no estaba muy bien posicionado en términos de popularidad, y ese evento ha venido a resolverle su situación a las mil maravillas. Hoy mismo, por ejemplo, se dice que su popularidad subió más de un 20%.
Claro, esto después que despachara un portaavión a Iraq, y quién sabe qué otros “tours de force” más ha hecho supuestamente para combatir a los terroristas.
¿Acaso no hizo lo mismo Bush hijo en su tiempo? Empezó a hablar de terroristas islámicos y envió sus ejércitos a destruir a todo un país que no tenía nada que ver con el atentado a las Torres Gemelas. Su popularidad también se disparó en puntos.
Después, toda esa gente indignada por el ataque a un periódico que sólo se la pasaba insultando a diestro y siniestro de la manera más estúpida y repugnante, pero, claro, siempre hablando del sagrado derecho a la libertad de prensa.
No veo cómo insultar a una persona por sus creencias, poco importa su religión, pueda ser considerado libertad de expresión.
La gente, manipulada por los medios de comunicación con el cuentecito de la defensa de la libertad de prensa, rápido salió a la calle y, no se explica cómo, de la noche a la mañana, he ahí que aparecen los letreritos “Je suis Charlie”, a la manera de “Yo soy Espartaco”, como en la película, y las plumas y los lápices empuñados como arma, obviamente un distante y muy cómodo recuerdo del famoso dicho aquel de Voltaire.
Pero, resulta que Vicente está tan condicionado por los medios, que se va, por donde diga la gente, por cualquier tontería que le propongan.
Y no podía faltar aquí tampoco el elemento de la religión del Holocausto. De ahí el ataque inexplicable a una panadería kosher, con sus víctimas prontamente sepultadas en el mausoleo especial para esas ocasiones que existe en Israel. Netanyahu cogió pronto la seña y se sirvió con la cuchara grande, despotricando contra los palestinos y el islam, religión del odio contra los judíos, como si ellos fueran los únicos que sufren desde tiempos inmemoriales en la historia de la humanidad.
Y, ya que la cuestión se estaba poniendo buena, prácticamente todos los mandatarios fallidos y por fallar de la Unión Europea, acudieron a la marcha organizada por Hollande en defensa de la libertad de expresión. Se tomaron su foto en grupo, como tenía que ser, pero no se percataron que, al mirarla bien, se parece más a una foto de reunión de personas non sanctas que jefes de gobierno.
¿Cuál es la suma de todo esto? Muy simple: una Europa militarizada, justamente lo que se quería, y el hecho de que, con esta maniobra esencialmente publicitaria, los partidos supuestamente liberales y socialdemócratas les restaron a los partidos de las derechas la poca popularidad que estaban ganando como contrapeso a todos los desmanes –económicos, políticos, culturales y morales– que han llevado a cabo en los últimos veinte años.
¿Cui prodest?, preguntaba Cicerón. Si este evento no ha sido una bonanza para los políticos rastreros y mediocres y el militarismo rampante, así como lo fue el atentado a las Torres Gemelas en su tiempo, entonces, ¿qué fue?