El excelente respaldo que viene experimentando el béisbol profesional dominicano en la última década, tanto en asistencia como respaldo publicitario, es una muestra más que fehaciente e irrefutable, de que los equipos están compelidos a mejorar las estructuras físicas de los estadios.
Estas instalaciones, excepto el Julián Javier de San Francisco de Maçorís, fueron construídas durante la dictadura de Trujillo, es decir que tienen alrededor de 69 años de uso continuo.
Aunque se le han hecho muchos “parches”, ya no aguantan uno más, por lo que se hace necesario la construcción de nuevos estadios acorde con las exigencias del fanático actual.
El Quisqueya Juan Marichal, y el Cibao de Santiago, este último con una ampliación de la estructura original, ya están obsoletos. El Tetelo Vargasni se diga, un desastre.
Desde que se construyeron a la fecha, el crecimiento demográfico ha experimentado un incremento de más de un 400%, ya que según el censo de 1955, la población total, era de 2 millones 135 mil 872.
Hoy supera los 11 millones.
Por lo tanto, si el béisbol quiere seguir el desarrollo exponencial en todos los aspectos, sus accionistas tienen que proyectar a la mayor brevedad, la construcción de nuevas y modernas instalaciones que alberguen cómodamente al doble o más de la actual capacidad.
En ese sentido, ya que hora de que los propietarios de equipos se rasguen los bolsillos para levantar esas modernas edificaciones, aunque el Estado, que históricamente había sido su principal “paño de lágrimas”, los auxilie en algunos aspectos.
Cuando eso se logre, es seguro que muchos fanáticos que hoy no asisten por los inconvenientes incluso en los parqueos, se convertirán en asiduos visitantes a los estadios.