Durante el reciente debate sobre la reforma constitucional, la más intensa discusión giró en torno a si el artículo 272 constitucional hacía necesario o no convocar un referendo aprobatorio para modificar la cláusula pétrea.
Quienes afirmamos que sí lo era fuimos objeto de todo tipo de respuestas. Algunas fundamentadas y respetuosas, otras ni una cosa ni la otra.
Nuestro argumento era sencillo. Modificar la cláusula pétrea es cambiar las reglas de competencia de la reforma y, por tanto, el procedimiento. Eso quiere decir que aplicaba la disposición del artículo 272 constitucional. De ahí la necesidad del referendo.
Dijimos también que no celebrarlo dejaba abierta la posibilidad de que un futuro Tribunal Constitucional se arrogue la facultad de anular reformas constitucionales, lo que sería una grave afrenta al principio democrático porque los jueces, por muy capacitados y honestos que sean, no tienen legitimidad democrática directa.
Al final, las cosas se hicieron como estaban previstas y no habrá referendo. Pero lo mejor, como se dice, estaba por llegar.
Luego de aplicada la mayoría, se hizo público el informe de la Comisión de Verificación y Auditoría, cuya lectura permite comprobar la aprobación de una “Disposición transitoria sexta” que dice lo siguiente: “Las disposiciones contenidas en el artículo 272 relativas al referendo aprobatorio, por excepción, no son aplicables a la presente reforma constitucional”.
Si es cierto que el referendo era innecesario, también lo era aprobar esa disposición transitoria. En todo caso, esta afecta igualmente el procedimiento de reforma y, para aplicarla, debió ser sometida ella misma a referendo.
Con la aprobación de esa disposición transitoria la propia Asamblea Nacional Revisora reconoce que era necesaria la celebración del referendo, pero que optó por no convocarlo.
Poco importa que una similar haya sido aprobada en la reforma de 2010. Lo innegable es que ahora se hizo de manera expresa pese a que, supuestamente, el referendo era innecesario.
Cuando comprobé este hecho no pude dejar de recordar la anécdota -probablemente apócrifa- que atribuye a Galileo Galilei haber protestado que le obligaran a decir que la Tierra era el centro inmóvil del universo susurrando “Y, sin embargo, se mueve”.