Por: Mayra De Peña
En medio de esta crisis sanitaria global que nos ha mostrado tantas cosas, digo como Job en la Biblia, cuando le habló a Jehová y dijo¨ ¨Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de tí. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; de oída te había oído, mas ahora mis ojos te ven, por tanto, me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.
Esa debería ser nuestra actitud cuando en medio de esta pandemia, con tantas carencias, dolor, enfermedad y muerte nos presentamos ante Dios, pero cuánta decepción, porque no solo muchos ni siquiera lo hacen, sino que muchos continúan siendo los mismos egoístas, vanidosos, engreídos, corruptos e inconscientes, primando sus intereses económicos, ante todo.
Otros han endurecido aún más sus corazones, fortalecido sus desvalores, su falta de amor al prójimo, poca solidaridad, ni siquiera meditan en que esto nos acontece a todos, sin acepción de personas, y sin ningún resentimiento pisotean a los demás, con su corazón llenos de grosura, su delirio de grandeza, sin imaginarse que esto que pasamos no es fortuito, corriendo el riesgo que les pase como al rey Nabucodonosor, está en la Biblia, se los dejo de tarea.
Cuando conocemos y servimos al Señor de una manera cercana, sin lugar a dudas confiamos en sus planes de bien y guardamos silencio ante su autoridad y soberanía y nos fortalecemos en su Palabra en medio de las pruebas, porque sabemos que sin importar el tamaño de las mismas, no la pasamos solo, y en su tiempo y espacio lo entenderemos.
El mundo está en medio de un laberinto e insiste en ampliar el mismo, viviendo un inmediatismo de ignorantes, creyéndose sus propios dioses, por lo que todo lo que nos acontece es producto del desenfreno en que vive la humanidad, pues de tanto querernos hacer sabios, nos hicimos necios. Y me digo, ¿Que tendrá que pasar para que seamos más humanos?
Es tiempo de acercarnos al Trono de la Gracia confiados, con humildad de corazón, dejar nuestros malos caminos y hacer la diferencia para que alcancemos misericordia delante de Dios.
Busquemos más el rostro del Señor, puesta nuestra mirada en el que venció en la cruz, Jesucristo, pues allí, fue sorbida la muerte en victoria.