Cada vez que las autoridades correspondientes interceptan un cargamento de drogas se suministra la noticia a los medios de comunicación para que éstos la difundan a toda la sociedad. ¡Bravo, bien por ello!
Posteriormente se divulga también el “operativo” mediante el cual se incinera la droga en cuestión, cuyo astronómico valor en el mercado internacional del crimen se dice que alcanza a veces la fabulosa suma de cientos de millones de dólares.
Pero… siempre hay un pero.
En este caso quedan algunas preguntas sin responder. ¿Cómo es posible que esas grandes cantidades de dinero sean manejadas por los tres o cuatro forajidos que las autoridades presentan como autores del nefasto y valioso tráfico?
¿Quién va a creer el cuento de que esos “tígueres” son los dueños de esa droga? ¿Por qué nunca se anuncian los nombres y apellidos de los verdaderos pejes gordos dueños de la mercancía, y su lugar final de destino, así como de los remitentes de la misma? ¿O es que esa droga deambula sin rumbo por los mares y aires del mundo, sin saberse adónde irán a desembarcar?
Los “tígueres” que ocasionalmente son apresados y cuyas fotos son divulgadas a través de la prensa y la televisión, tienen que saber quién les paga por su peligrosa travesía. No es posible ignorar sus nombres. Entonces, ¿por qué son ocultados?