Con el recién dispuesto levantamiento para partes del gobierno de esta cuarentena parcial que hemos observado por casi siete semanas, muchos se preguntan que viene después.
¿Será vivir en lo adelante como los japoneses, usando mascarillas y sin contacto físico en público; será vivir con nuevo temores de salud además del cáncer, la inseguridad y otras plagas; será esperar que se descubra una vacuna capaz de protegernos del Covid-19?
Cierto es que el mayor desafío que tiene el gobierno es procurar establecer un equilibrio racional entre la salud de la población y un nivel de actividad económica que asegure una calidad mínima de vida y de la existencia de la propia nación.
Esto, porque una cosa son los protocolos que involucran las diferentes actividades económicas y sociales, y otra que el pueblo las acate y respete, como ha sido el escándalo público recién vivido en Puerto Plata, en ausencia de toda autoridad racional.
Ni el bolsillo del estado, ni fondos de pensiones, ni otras ocurrencias permitirían a toda la población sobrevivir si no reanudamos en la medida de las posibilidades las actividades económicas.
Todas las iniciativas solo protegerían una parte de la población, por un tiempo determinado, sin poder asegurar el bienestar colectivo, y sin ser soluciones adecuadas a las nuevas realidades sociales y económicas.
No hay dudas de que con la reactivación económica resultará un mayor nivel de desempleo en todos los sectores, desde el turismo hasta el servicio doméstico. Por igual, muchos reducirán sustancialmente sus niveles de ingresos, tanto por el propio aumento del desempleo como por un nivel de actividad general disminuido con la reducción de propinas, pluriempleos y evasiones de ingresos marginales.
Si hay un momento para la reingeniería de lo que entendemos en la actualidad como gobierno, es el presente. Reducción de gastos superfluos, barrilitos, nominillas, prebendas, pensiones privilegiadas, escoltas, sobresueldos y gastos: mayor profesionalización, y regímenes de consecuencias. Ahora más que nunca se necesita un gobierno moderno, ágil y eficiente.
Aprender a vivir con menos recursos y dineros, menos apariencias y exhibicionismo. La nueva realidad es la de la economía de los servicios básicos.