¿Y cómo es posible?

¿Y cómo es posible?

¿Y cómo es posible?

Rafael Chaljub Mejìa

Alguna autoridad debe aclarar si es cierta o no la denuncia que hace un grupo de personas de Barahona y de la cual se hizo eco este mismo periódico en su edición del pasado jueves 12 del cursante mes de mayo.

Según esa denuncia, el señor Bienvenido Rocha Moquete, de 68 años, lleva cuatro meses preso acusado de ocultar un hijo suyo que está siendo buscado como presunto autor de un homicidio. Dicen los denunciantes, que la Policía nunca ha respaldado con pruebas su acusación y entretanto, los meses han transcurrido con el señor Bienvenido privado de su libertad.

Esos son los casos a los que las autoridades superiores deben prestarle atención. Mientras la cuestión de la reforma policial ocupa las primeras planas de los medios, casos como el del señor Rocha suelen pasar frecuentemente inadvertidos.

Esta es una arbitraria práctica policial que viene de muy lejos y que no puede admitirse en estos tiempos.
Era una norma de la represión de los doce años del balaguerismo. Una modalidad muy inhumana del secuestro. Como no encontramos al perseguido, me llevo a su mujer o a cualquier otro pariente hasta que el perseguido aparezca.

Se quiso convertir al padre o a la madre en delatores de sus propios hijos y en innúmeras ocasiones, las esposas de los perseguidos fueron acusadas de ocultamiento de malhechores, porque no denunciaban a sus maridos cuando muchas veces ni siquiera ellas conocían el lugar donde estos estaban.

Claro que aquello era otra cosa, y que el caso de Barahona tiene un origen radicalmente distinto al tratarse de un delito del orden común, de un caso de la delincuencia ordinaria, mucho peor porque hay la pérdida de la vida de un ser humano.

Pero al hablarse del mantenimiento de un ciudadano como rehén, es imposible dejar de relacionar el caso con tantas situaciones abusivas y odiosas del pasado.

Si hablamos de reforma policial y a diario aparecen denuncias de que se están aplicando los brutales procedimientos de siempre, la reforma caerá en el desprestigio y, como decía Rodriguito, la vida proseguirá su agitado curso.

Aunque provenga del árido y lejano sur profundo, la denuncia que origina esta columna merece respuesta, merece una enmienda reparadora en caso de ser cierta, junto a la decisión de la autoridad de que prácticas tan abusivas sean desterradas para siempre.



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