Hoy es 28 de febrero, el último día del llamado “Mes de la Patria”. Se denomina así porque varias efemérides patrióticas coinciden dentro de ese período del año, y se ha considerado oportuno realizar homenajes especiales en las correspondientes fechas memorables de nuestra historia.
Así vemos como en febrero de cada año se depositan hermosas ofrendas florales en el Altar de la Patria y al pie de numerosas estatuas erigidas a lo ancho y largo del país para honrar a los próceres de la dominicanidad, se dictan conferencias didácticas en los centros de enseñanza, se canta el Himno Nacional al enhestarse la Bandera, se efectúan desfiles militares y, en fin, se llevan a cabo merecidísimas manifestaciones de fervor patriótico, sin faltar los actos de adhesión a los más elevados principios cívicos y morales que deben adornar a todo buen dominicano.
Pero hoy, 28 de febrero, termina el “Mes de la Patria”. ¿Y entonces? ¿Debe terminar también el sentimiento patriótico que nos animó durante estos días? ¿No se volverá a cantar el Himno en las escuelas? ¿Desaparecerán las banderas que adornaban los parques y oficinas públicas? ¿No habrá ya charlas educativas? ¿Y qué de los valores morales y cívicos que debemos cultivar y estimular con el ejemplo?
Creo que no basta un mes para pensar en la Patria, para actuar para ella, para vivir por ella. Se requiere, pienso yo, que los doce meses del año sean “Meses de la Patria”, y que todos los años sean “Años de la Patria”.
Los próceres que nos legaron la República no lo hicieron para que la recordemos durante una parte del año, sino para que, como buenos hijos, la cuidemos, la perfeccionemos y la amemos cada día de nuestras vidas. Eso creo.