"Si nos desviamos del marxismo, o lo abandonamos, nuestro partido perderá su alma y su rumbo", advertía Xi el mes pasado, como si su partido no hubiera dado gigantescos pasos hacia la economía de mercado desde fines de los años 1970.
PEKÍN, China.-Acaba de obtener sin sorpresas, este miércoles, un nuevo mandato a la cabeza del Partido Comunista chino (PCC), y por lo tanto de China: Xi Jinping, de 64 años, consolidó y ratificó rápidamente la autoridad que ejerce desde su llegada al poder a fines de 2012.
Omnipresente en los medios, Xi es presentado por la propaganda como el rostro tranquilizador de un país actualmente seguro de sí mismo y que mira hacia el futuro soñando con «un gran renacimiento», tras un siglo y medio de declive y humillaciones infligidas por los occidentales.
«Representa lo que los chinos quieren en términos de gobierno: un país bien dirigido, una China fuerte y respetada», observa el sinólogo Jean-Pierre Cabestan, de la universidad Bautista de Hong Kong.
De rostro redondo y oronda figura, el hombre fuerte de Pekín, apodado afectuosamente «Tío Xi» por los medios y el gran público, a veces es comparado con el fundador del régimen, Mao Zedong (1893-1976), por el culto que se le rinde y el poder que acumula.
Secretario general del PCC, presidente de la República Popular y de la comisión militar central, Xi Jinping cumple todas estas funciones al frente de la segunda potencia económica mundial.
Casi cotidianamente, su figura abre el gran telediario de la noche: recibiendo a dirigentes extranjeros, discutiendo con ciudadanos corrientes o brindando un discurso en una asamblea de directivos de empresas, quienes lo aplauden con frenesí.
Su omnipresencia mediática recuerda el más puro estilo soviético, todo ello acompañado por un retorno de la ideología, la propaganda y la represión contra quienes amenazan la estabilidad, empezando por las redes sociales, estrechamente vigiladas.
El antiGorbachov
«Xi Jinping se presenta como el antiGorbachov. Es alguien que quedó traumatizado por la caída de la URSS, lo que explica la represión de la sociedad civil y el retorno de la ideología tras su llegada al poder», según analiza el periodista François Bougon, autor de un reciente libro sobre el dirigente chino.
«Si nos desviamos del marxismo, o lo abandonamos, nuestro partido perderá su alma y su rumbo», advertía Xi el mes pasado, como si su partido no hubiera dado gigantescos pasos hacia la economía de mercado desde fines de los años 1970. Xi Jinping nació en un entorno acomodado.
Es hijo de Xi Zhongxun, uno de los fundadores de la guerrilla comunista y perteneciente a la casta de los «príncipes rojos», descendientes de los revolucionarios que llegaron al poder en 1949, antes de ser purgados por Mao. Xi intentó hacer olvidar estos orígenes y cultiva una imagen de dirigente cercano al pueblo. La prensa oficial insiste en su vida en el ámbito rural durante la «revolución cultural» (1966-76), cuando vivía en una gruta.
Una esposa cantante
Al final de los disturbios de la era maoísta, Xi Jinping se diplomó como ingeniero químico en la prestigiosa universidad de Tsinghua en Pekín aunque acabó haciendo carrera en el aparato del partido, en el que entró con apenas 21 años. El presidente chino ya conocía entonces Estados Unidos: estuvo en Iowa en 1985 para estudiar agricultura.
Xi Jinping fue gobernador de Fujian en 2000 y jefe del partido en Zhejiang en 2002, dos provincias costeras que son un escaparate de la China reformista.
El presidente Hu Jintao recurrió a él en 2007 para pedirle que pusiera orden en Shanghái, donde el jefe del partido había caído por un escándalo de corrupción.
Ese mismo año Xi Jinping entró en el comité permanente del buró político, cenáculo del PCC, a cuyo mando se puso en noviembre de 2012 y revalidó este miércoles por otro quinquenio.
Xi ha convertido la lucha contra la corrupción en la seña de su gestión: en los últimos cinco años, más de un millón de directivos han sido sancionados y otros están entre rejas. Hay quienes sospechan que esta campaña trata de encubrir una purga de la oposición interna.
Divorciado, en 1987 se casó con la cantante Peng Liyuan, por aquel entonces mucho más famosa que él. El matrimonio tiene una hija.
Su rostro rubicundo es motivo de bromas de los internautas, que cuelgan fotos suyas junto a otras del osito Winnie the Pooh. A tal punto se ha llegado que todos los comentarios sobre el simpático oso de peluche han sido bloqueados en las redes sociales desde el verano (boreal) pasado.