Mucha gente con interés distinto apura diligencias para ganarse el oído y confianza de la recién llegada embajadora estadounidense, Robin Bernstein. Somos afortunados de que la enviada de Washington, pese a su carencia de experiencia diplomática, aparentemente posee alguna buena amistad con el presidente Trump, su conocido social en Palm Beach, sede de la llamada Casa Blanca floridiana, Mar-a-Lago.
Distinto a destinos diferentes, Santo Domingo se caracteriza por la proclividad de nuestros líderes políticos, empresariales y sociales, a otorgar al embajador americano un estatus pro-consular, solicitando abierta o solapadamente su intervención o participación en temas que deberían ser de nuestra exclusiva y soberana competencia.
La influencia gringa aquí es innegable y puede obrar en bien del interés dominicano, pues poseemos valores y principios similares, aunque en disímiles estados de desarrollo.
El imperio de la ley, el debido proceso, la independencia y destrezas del Poder Judicial, el combate contra la corrupción, tráfico de drogas y lavado de activos, la seguridad pública, son puntos de agenda en que la colaboración recíproca merece fortalecerse.