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Vulgaridad del dembow refleja violencia, sexo y consumismo en barrios

José P. Monegro Por José P. Monegro
La mayoría de los videoclips de estos artistas se producen con la misma gente del barrio y en el entorno real, sin modelos ni escenografías. Archivo
📷 La mayoría de los videoclips de estos artistas se producen con la misma gente del barrio y en el entorno real, sin modelos ni escenografías. Archivo

Santo Domingo. – Para muchos críticos, el dembow simplemente no se puede escuchar. Que si es repetitivo, que si suena igual, que si las letras son pobres. Lo descalifican con rapidez, como si fuera ruido sin sentido. Y realmente el lenguaje soez y destemplado molesta porque rompe con la concepción clásica de “buenas costumbres”, pero en esa supuesta “deficiencia” está precisamente su esencia, que consiste en reflejar de manera descarnada y dura la realidad que expone y que le da origen.

No le interesa el aplauso académico ni los premios institucionales. Le basta con sonar en el callejón, en el colmadón, en el liquor store y de paso permitir alcanzar sueños de mejora económica haciendo música con app sin pretensiones sinfónicas.

José Alberto Rojas Peralta (Kiko El Crazy) dice en una de sus tantas entrevistas que cuando empezó no sabía ni de canto ni de música, pero le inspiraba el éxito de gente como “El Lapiz Conciente” o “Monky Black”, oriundo al igual que él de Santo Domingo Este.

El ritmo, la lírica y sus videosclips son de periferias, sin mayores pretensiones estéticas desde el punto de vista de las clásicas “bellas artes”, pero con la alta carga de realismo que dieron relevancia a esas mismas “bellas artes en el pasado”.

Las letras de dembow tampoco son de protestas directas o de esperanzas, describen la realidad del barrio que en sí mismas implican protesta, crítica o desesperanzas.

Tómese como ejemplo el tema “Que lo que” de “Chimbala”. Una frase como “¡prende la hookah pa’ que vo’a beber!” puede parecer simple o vacía, pero refleja una verdad del barrio, donde la evasión es una forma de sobrevivir, sobre todo cuando al iniciar el día no se tiene perspectiva productiva.

Desde sectores conservadores y liberales (todos seducidos por la estética formal) no han faltado quienes etiqueten al dembow como una “degeneración cultural”. Que promueve la promiscuidad, que incentiva la delincuencia, que degrada el lenguaje. Pero muchas de esas críticas olvidan que el dembow no inventa el contexto, sino que nace de él y lo describe.

Sexualización temprana, violencia entre jóvenes o culto al dinero son realidades en los barrios mucho antes de que suene una pista. Esas letras directas no son otra cosa que el reflejo de una sociedad de la periferia, que no siempre logra ser descifrada.

Un ejemplo claro es el tema “Chivirika” de “Yailín La Más Viral”, junto a “El Alfa”, donde canta: “Ella e’ chivirica, le gusta que le den pela”. Ha sido criticada por banalizar la violencia erótica, pero también es un reflejo de patrones de relación que se normalizan en sectores donde el amor viene con golpes y el deseo se aprende en la calle.

Muchas de estas producciones, con videoclips producidos en el mismo barrio, entre callejones, callejuelas y hacinamiento, son retiradas de plataformas como Youtube porque son consideradas por igual como incitadoras a la violencia o al sexo descarado.

Claro, en ambientes de clase media y alta también hay violencia, abuso y desenfreno, pero ahí se disimula, se maquilla, se encubre con lenguaje. En el dembow, en cambio, todo se dice de frente, sin disimulo. Lo grita sin pedir permiso.

Fenómeno Alofoke

La realidad que se refleja en el dembow ha pasado de ser una simple expresión musical del barrio con fuerte presencia en sectores como Capotillo, Los Mina o Cristo Rey, se ha asociado al sistema de monetización en plataformas como Youtube o Instagram.

Uno de los primeros en entender ese fenómeno y de los que más provecho le ha sacado es Santiago Matías, quien viene de esa misma realidad y cuya historia personal se matiza por muchas de las manifestaciones recogidas en el mundo del dembow.

Lo que comenzó como un espacio para artistas urbanos marginados de los medios tradicionales se convirtió en un instrumento que realmente hace opinión pública, viraliza temas y saca de las sombras a figuras de las periferias, al margen de que algunos no son propiamente de barrios, pero son la demostración de que en los sectores perfumados se viven los mismos fenómenos, pero bajo la falsa discreción de los acomodados.

Su plataforma “Alofoke Radio Show” le ha dado visibilidad a exponentes urbanos, influencers de los barrios y personajes que, de otra forma, seguirían invisibles para el gran público.

El marco común del fenómeno

El ascenso de artistas como El Alfa, Rochy RD o La Perversa no se puede entender sin Alofoke, que en principio era sólo una plataforma para reproducir estas producciones artesanales.

El Alfa
La Perversa
Rochy RD.

Santiago Matías más que un promotor es un producto genuino del mismo mundo que impulsó al dembow.

El éxito de Alofoke y del dembow es el mismo. Por eso crecen juntos. Y aunque ese ruido incomode, a veces parezca excesivo, vulgar o repetitivo, lo cierto es que a través del mismo se puede descifrar lo que está ocurriendo en las periferias, en nuestros barrios que en ocasiones parecen favelas o guetos.

La fachada

El dembow también fue utilizado por reconocidos narcotraficantes en el país para el lavado de activos y también para ocultar actividades del microtráfico, especialmente en barrios como Capotillo y Villa Consuelo.

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José P. Monegro

Periodista dominicano. Director del Periódico El Día.

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