Votar con conciencia

Votar con conciencia

Votar con conciencia

Altagracia Suriel

El próximo domingo, 7,529,932 ciudadanas y ciudadanos de esta Patria tenemos un compromiso de ejercer el deber y el derecho al voto eligiendo a un Presidente y a congresistas que apuesten por el bien común, objetivo y fin de la política expresado en bienestar social y concreción de los derechos fundamentales.

En este ejercicio democrático, surge la pregunta ¿por quién votar? en una sociedad cuya cultura política está plagada de prácticas divorciadas de la ética y la moral.

Lo hemos visto en las recientes campañas electorales donde afloraron todas las cizañas que por años han crecido junto a la militancia de los partidos políticos: narcotráfico, violencia, acusaciones de corrupción, clientelismo y la visión de la política como negocio o instrumento para cimentar privilegios.

En el contexto de esa cultura permeada por la política como oportunismo están la venta del voto, el votar por amiguismo, por prebendas o el no votar por apatía o falta de confianza en los políticos.

En este último sentido, hay que evitar lo que, desde la filosofía ignaciana, el jesuita, Padre Cristian Peralta llama la “ciudadanía frustrada”, que, imbuida de la desolación y la desesperanza, conduce al abstencionismo y la dejadez frente a un proceso que nos involucra y afecta a todos.

El próximo 5 de julio, tenemos el reto de votar en medio de la pandemia del coronavirus, pero el mayor desafío será votar bien, con conciencia, por los candidatos idóneos que defiendan propuestas de desarrollo, justicia social y valores.

Tenemos que votar por los que se comprometan con la erradicación de la pobreza y la reducción del dolor de los miserables. Que creen esperanza para que este país pueda ser mejor, aún en medio de la pandemia, evitando, como nos alerta el Papa Francisco “el riesgo de que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”, llegando a “descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás”.



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