La prensa cubana es mala. Desde hace mucho lo es.
Y lo peor no es que todo el mundo lo sepa (hasta el Presidente Raúl Castro lo ha reconocido) sino que su rumbo actual no indique vestigios de mejoría en unaépoca de cambios que alteran la vida cotidiana en la Isla.
¿Pero es así por culpa de los periodistas? ¿Por culpa de un sistema de medios hipercentralizado? ¿O la culpa transciende ambas marcas?
El Estado cubano mantiene un control casi absoluto sobre los medios de comunicación.
Hay dos diarios de 8 páginas (Juventud Rebelde y Granma), y periódicos provinciales que salen con escaza tirada una vez a la semana. El resto de las publicaciones pasan bastante inadvertidas.
También hay emisoras de radio y canales de televisión. Pero las diferencias son apenas de formato; el enfoque de los contenidos suele ser el mismo.
En Cuba los casos de corrupción, por ejemplo, no los destapa la prensa sino notas oficiales del gobierno. Otras veces son filtrados hacia canales informales de distribución: videos de operativos policiales y confesiones en el Paquete Semanal.
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Los estudiantes de Periodismo se vinculan desde el primer año de la carrera con el ejercicio de la profesión. Esto acelera su adiestramiento y permite a los medios conocer desde temprano las habilidades y motivaciones de quienes serán sus futuros profesionales.
Henry Constantin nunca llegó a graduarse de Periodismo. Fue expulsado de las universidades de Oriente y de Villa Clara por razones ajenas a su rendimiento académico.
Hoy dirige la revista independiente La Hora de Cuba y es miembro del Consejo de Redacción de la Revista Convivencia.
En exclusiva con Voces desde Cuba comentó lo que a su juicio son problemas esenciales.
- «Falta de libertad de expresión» debido a un «activo ambiente de control, vigilancia, amenaza, persecución y agresión contra las personas, con el fin de evitar que manifiesten públicamente opiniones políticas distintas a las del gobierno».
Asimismo consideró el bloqueo de las fuentes periodísticas:
- «Los funcionarios e instituciones evitan dar información a la prensa no estatal, que estaría dispuesta a publicarla; y la prensa estatal tiene controles internos muy rígidos que filtran la información y solo publican la más inocua».
«Lo que puede cambiar más rápida y efectivamente el panorama de la prensa es un cambio hacia un gobierno democrático».
Si en su trabajo un periodista cubano no pone dosis de valentía, de honestidad y de apego a la gente, puede que no esté haciendo periodismo», agregó.
Amaury Valdivia, reportero de Adelante— diario oficial del Partido Comunista en la provincia de Camagüey—, opina que «no es exagerada la afirmación de que muchas veces la prensa cubana va por un camino y el país por otro. Y ese fenómeno hace que cuando se abordan asuntos de candentes (que también se hace) el empeño no tenga toda la repercusión que pretende».
«La buena prensa demanda mucho esfuerzo y confrontación, y algunos no parecen estar dispuestos a asumirlo o permitirlo».
«Los periodistas estamos obligados a actuar más como gremio y menos como sujetos aislados. En temas como el salario o la política informativa, que desde hace tiempo demandan cambios profundos, no se han obtenido mejoras sustanciales a causa de esa falta de unidad en el sector».
La emigración es otro de los grandes tabúes en la prensa oficial.
El Sistema Informativo de la Televisión Cubana tiene corresponsalía permanente en Ecuador, que se ha convertido en uno de los principales receptores de emigración cubana en los últimos años.
Cualquiera diría que hay allí un manantial de buenas historias periodísticas: algunos luchan por insertarse en la sociedad, otros son víctimas del tráfico humano o de distintas formas de discriminación.
Pero no, para la TV cubana es más importante la belleza arquitectónica de un templo inca, o la disputa Ecuador-Chevron, que la suerte de miles de cubanos trasplantados.
Los deportes, tema bastante «inocuo», tampoco escapan a la censura.
La televisión transmite partidos de béisbol de Grandes Ligas, pero omite aquellos donde participan jugadores cubanos aunque estén en la cumbre de la fama internacional.
Se ha visto incluso a comentaristas quedarse en blanco en plena transmisión ante la presencia inesperada de un pelotero defenestrado.
De igual forma artistas exitosos que se marcharon e hicieron carrera en otros países, automáticamente dejaron de existir para los medios estatales.
Esta deformación produce estragos a largo plazo en la cultura nacional.
No puede contarse con los periódicos cubanos, por ejemplo, para escribir la Historia del Período Especial (crisis económica interna derivada de la caída del bloque socialista a principio de la década de 1990).
La hemeroteca de esos años dibuja una realidad paradisíaca mientras la economía y el nivel de vida de la gente caía en picada.
Y es probable que suceda lo mismo con el actual período de reformas, salvando las diferencias.
El gobierno anuncia cambios importantes (la reunificación monetaria, la expansión social de Internet, etc.,) pero no define siquiera plazos concretos. Solo puede darse tal lujo en un escenario en que la presión ciudadana, y el consecuente reflejo mediático sigue siendo prácticamente intangible.
Como parte de la alternativa mediática nacional florecen ahora mismo medios y proyectos de comunicación (siempre en Internet) que sacrifican una parte de la realidad para poder «estar» y ser testigos de la otra.
Aún cuidándose del borde –el más claro es la confrontación política— logran acercarse a un periodismo más interesante.
Sus éxitos en territorio digital hacen suponer que opacarían a la prensa oficial en un escenario de competencia más parejo.
Pero el desarrollo de estos medios dependerá de los futuros vientos legales, que pueden soplar a favor o en contra de sus libertades.
En el imaginario del funcionariado cubano subyace la idea de que el socialismo soviético se derrumbó por culpa de la prensa, justamente cuando alguien decidió reformarla.
Pero el socialismo soviético se derrumbó porque no funcionaba. Lo demás es leyenda urbana y pretexto para justificar la censura.