La violencia machista sigue cobrando vidas. Las que la familia entierra porque ha sido tarde para proteger. Las que la familia da la espalda denigrando la imagen femenina en los medios de comunicación, en los chistes y lenguaje sexista.
Las que la familia mal juzga porque los hombres “no lloran” o “no saben amar”, condenando a millones de seres humanos que por ser hombres se les niega el derecho de desarrollar un sistema emocional más sano para él y el resto de la humanidad: las mujeres.
Yo tengo un hijo y una hija. Trato de educarles para que aprendan a sentir respeto por su propia persona, a reconocerse como un ser humano libre, a ser responsables de sus decisiones y a vivir sin miedo.