Con las redes sociales, llegó también la era de Pinocho o era de las mentiras, donde conocer la realidad objetiva se está convirtiendo en un trabajo de investigación de Sherlock Holmes.
Jaron Lanier, un científico del cibermundo, está convencido de que las redes sociales están minando la verdad a través de la manipulación que utilizan estas plataformas que explotan de forma intencional el potencial de las emociones negativas, como son el odio, la indignación y el narcisismo.
La mentira disfrazada de verdad ronda todos los ambientes. Ya nada es verdad o mentira. Como diría Protágoras: “Todo depende del cristal con que se mire”.
En el ámbito personal, muchas reputaciones se están dañando por falsos rumores y calumnias difundidas gracias a internet.
A artistas, deportistas y personalidades destacadas los matan una y otra vez por Facebook, viéndose obligados continuamente a desmentir su muerte y agradecer a Dios que están vivas.
En el ámbito político, cualquier embuste que se viraliza en las redes se convierte en arma frente al contrario.
Las mentiras que invaden el mundo cibernético se sirven a la carta, con un menú que complace a todos los gustos, dándole a cada uno la medicina que necesita para alimentar su morbo, para reafirmar sus prejuicios o seguir difundiendo el chisme al infinito y más allá.
Tim Wu, en su libro “The Attention Merchants” habla de los “false loops”, describiéndolos como estrategia de negocios propia de los diseños de las plataformas digitales basadas en recompensas inmediatas que producen adicción.
Lo peor de las mentiras es el mal que producen. La era de Pinocho está dañando personas, relaciones, familias y hasta la democracia.
Se impone una actitud crítica ante la basura que se difunde en las redes sociales para rescatar la verdad como valor fundamental de la humanidad. Eso empieza por aplicar, nosotros mismos, el triple filtro de Sócrates: solo difundir lo que es verdadero, útil y bueno.
Pero más que todo, recordar vivir en la verdad de Jesús, que nos hace libres como nos lo dice en Juan 8:31-38 y revisar nuestra conciencia a la luz del Salmo 15 que nos interpela: Señor: ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua. Ni hace mal a su prójimo.