Vivir la equidad

Vivir la equidad

Vivir la equidad

Altagracia Suriel

Vivir la equidad es la condición para la consecución de una sociedad justa evidenciada en instituciones, familias y personas que practican la justicia. La equidad es la muestra de la existencia de la justicia social, reflejada en igualdad, derechos y desarrollo.

Concretar la equidad implica el planteamiento de objetivos para hacer justicia con los excluidos del bienestar humano y social por origen, raza, sexo o cualquier condición. A nivel público, la presencia del valor de la equidad se verifica en la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos.

Un gran reto para la equidad en República Dominicana es la cultura de privilegios que parte de la concepción de que unos individuos, por su origen social, clase o vínculos, lo pueden tener todo, en detrimento de los más pobres, que solo viven al amparo del paternalismo o manipulados por los que se acuerdan de ellos solo en tiempos de campaña.

La equidad va de la mano con la cultura de derechos. De reconocer que todo ser humano, por su dignidad y racionalidad, tiene derecho a una buena salud, a educación, a trabajo, seguridad social y a servicios de calidad, independientemente de si nació en una cuna de oro o en un barrio marginado.

La equidad también implica desterrar de la sociedad la pobreza, la discriminación, el racismo, la xenofobia, o cualquier cuestión que distancie, segregue, margine o excluya.
Practicar la equidad no solo es un imperativo para los gobiernos sino también para las personas. Pablo en Colosenses 4, 1 nos hace el llamado a “tratar a todos con equidad”. Tenemos que promover familias e individuos que den ejemplo de equidad.

En un mundo basado en la esclavitud, el desprecio y la persecución al que era diferente, Jesús marcó la senda de la equidad: aceptar y tratar a todos, incluso a los enemigos, con el mismo amor con que quisiéramos que se nos tratase a nosotros.

En el libro de Mateo capítulo 5, versículos 43 y 44, Él nos lo dice de forma contundente: “oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen…”.



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