Para aquellos que se motivaron a empezar un diario de gratitud en las últimas semanas, sin lugar a dudas han encontrado un arcoíris de momentos por los cuales estar agradecidos, momentos que les han ayudado a reír, rememorar, aceptar, aprender e integrar nuevos aprendizajes en sus vidas.
Gracias a quienes me escribieron y compartieron algunas experiencias de cómo una experiencia amarga, agria o dolorosa se ha transformado en un aprendizaje que servirá en el futuro para aplicar nuevos procedimientos. Es lo que llaman resiliencia.
Llevar un diario de gratitud, tal como vimos en semanas anteriores, puede ayudar a desarrollar un estilo de vida más saludable y feliz.
Parte de los ejercicios que nuestro cerebro realiza mientras encuentra los actos a agradecer, el por qué estar agradecido, así como la diferencia que esos hechos hicieron en nuestras vidas, involucra el acto inherente de meditar, reflexionar y tomar acciones.
En una revisión sencilla de una de las experiencias compartidas conmigo: una señora contó que dedicó parte de sus agradecimientos por los alimentos recibidos.
Sus observaciones la llevaron a identificar como con tan solo pensar en que tiene comida en su mesa tres veces al día, ella se replanteó lo que estaba poniendo en su plato: productos, combinaciones, porciones. Esa sencilla reflexión la motivó a introducir cambios que a su vez han incidido en su accionar.
Después de tres semanas llevando una alimentación más balanceada y juiciosa, esta mujer se plantea la necesidad de integrar unos minutos de actividad física a su dinámica diaria. Basado en mi experiencia, ella cosechará mejoras no solo para su salud sino también para su entorno.
Un diario de gratitud es una herramienta útil para identificar propósitos para una vida más satisfactoria.