Mi condición de subalterno me obliga a la prudencia, pero no al silencio cuando la intención perseguida puede ser desvirtuada por un aproche global incorrecto.
Durante muchos años, los consulados dominicanos han sido en ocasiones colmados particulares, botines piratas con los que se ha premiado hasta a la canalla traición política. Si la presente gestión de gobierno continuara con ese clientelar sistema, estaría desdiciendo del lema que lo llevo al poder, a saber: “El cambio”
Asimismo, discordante seria que quienes ocupamos posiciones en el cuerpo consular no colaboremos en la cristalización de lo que será la institucionalización del servicio consular dominicano, incluso entendiendo que ingresos personales disminuyan, pues al fin y al cabo la pregunta es: ¿Se viene a servir o a acumular recursos?
El reto es el siguiente: ¿Cómo desmontar una estructura que sirvió durante tantos años y adecuarla a reglas financieras, éticas, para que sea el estado que se beneficie y no un particular? Por demás, reto que se ve dimensionado en un ambiente donde todo el mundo se vanagloria de su valor político.
Con tacto y prudencia.
El cumplimiento de una transformación tan trascendental siempre será posible analizando detenidamente las particularidades de cada sede consular, y no simplemente utilizando el modelo de otros países e intentando calcarlo al ejercicio consular dominicano, y me explico:
República Dominicana es el único país del mundo donde los cónsules perciben un porcentaje de lo recaudado por el consulado, en todos los demás países, lo recaudado es percibido en su totalidad por el gobierno correspondiente.
Pero, esos mismos gobiernos han creado condiciones para el fortalecimiento de las sedes consulares, aquí algunos ejemplos: son dueños de las oficinas donde se aloja la misión, proporcionan auxiliares locales para la sede consular, incluso conductores (sobre todo en ciudades con difícil o elevado precio de parqueo, así como temas graves de seguridad), más aún, colaboran para adquirir vehículo como es el caso de un país centroamericano, que tiene su dealer de vehículos especifico en EUA y estos ya saben que cuentan con las exoneraciones correspondientes, saben cómo aplicarlas, etc. Otra particularidad muy común es que los requerimientos o autorizaciones de uso de fondos solicitados a sus cancillerías se responden en horas, y así muchas otras gestiones más.
En fin, que el modelo institucional tiene un contrapeso de acciones que el estado ha puesto en funcionamiento previamente y que mitigan los gastos que serian cubiertos con los fondos que ahora muy correctamente pasarán al estado. Esto les permite a los funcionarios en el exterior maximizar sus ingresos fijos y representar dignamente a su país en su lugar de destino, todo ello previo a radicalmente imponer una nueva dinámica sin contrapartida.
Adoptemos pues un modelo de gestión nuevo, pero sin cortar de golpe y porrazo las líneas de oxígeno del cuerpo consular. Sigamos aspirando a ser cada vez más institucionales, organizados, ejemplares, pero con todo respeto:
Vísteme despacio, que tengo prisa.