Viralizar la solidaridad

Viralizar la solidaridad

Viralizar la solidaridad

Altagracia Suriel

La pandemia global del coronavirus sigue expandiendo su reino de incertidumbre, miedo, enfermedad y muerte en el país y en el mundo.

Nadie esperaba iniciar el 2021 en confinamiento por un contagio masivo que amenaza con robarnos la salud física y la mental.

Ante el encierro y la presencia de tanto sufrimiento corremos el riesgo de perder la empatía y la solidaridad y anestesiarnos ante el dolor.

Por eso, así como se contagia el coronavirus, tenemos que viralizar la solidaridad y que nos sirva de escudo frente a este mal. Una solidaridad que empieza por lo individual y se extiende a lo global.

Que implica no convertirse en riesgo para el que está cerca y en ayudar a los que están más lejos.

Viralizar la solidaridad pasa por escuchar la voz del Papa Francisco que nos alienta y orienta a ver estos tiempos como prueba, pero sobre todo como oportunidad para elegir a Dios y afianzar la fe en él a través del servicio.

A tono con el llamado del Papa, tenemos que viralizar el amor y la solidaridad escuchando el grito de los pobres. Aún en medio de la incertidumbre que produce el aislamiento y las restricciones para evitar el contagio, la solidaridad nos invita a pensar en los necesitados, que son los olvidados y excluidos del mundo y sus sistemas, fruto de la injusticia global que siempre los lleva a sufrir con mayor intensidad la adversidad.

En ese sentido, el Papa nos recuerda que «dependemos de la solidaridad de los demás y nos empuja a servir a los que nos rodean de una manera nueva: «debemos ser sacudidos por la injusticia mundial para poder despertar y escuchar el grito de los pobres y de nuestro planeta tan gravemente enfermo».

La solidaridad, nos alerta Francisco, nos compele a la fraternidad, a recordar que todos somos hermanos y estamos en el mismo barco.

Llegar a buen puerto sin hundirnos nos exige rescatar nuestra humanidad expresada en amor, caridad, compasión y empatía, rechazando el odio, la exclusión y el conflicto, oyendo la voz de Jesús que nos dice una y otra vez: “No tengan miedo”.



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