La familia está en primer plano para inculcar valores éticos, morales, espirituales, sociales, familiares, comunitarios, Etc. a los hijos.
Luego la escuela apoya esta educación familiar. Desde ambos frentes, se forma la identidad y en parte afina la personalidad del individuo.
Desde el seno familiar se educa al niño, por tanto, los padres deben vivir en una constante reflexión para poder desde su perspectiva ayudar a su hijo en la autodisciplina, el respeto al derecho ajeno, la responsabilidad, la cooperación, la honestidad y enseñanza en la transmisión del amor, la armonía y la construcción de su paz interior, que es vital para mantener la paz general.
Los miembros de una pareja tienen que ser responsables al decidir traer hijos al seno familiar y si existen problemas de violencia en el seno de sus respectivas familias o en su relación de pareja, trabajar primero en ellos para resolver estos asuntos, antes de tener hijos.
Ya que en parte la violencia se aprende y la reproducen las personas que la sufren.
La mujer que sale de una familia violenta, puede creer que este patrón es el normal y permite ser violentada y que violenten a sus hijos sin ser consciente de ello.
El hombre que sale de una familia violenta puede reproducir la conducta del padre y convertirse en maltratador. De ahí, la importancia de ser conscientes de dónde venimos y buscar ayuda.
Educar a los hijos desde la perspectiva de seres humanos, no de género, garantiza el desarrollo integral de la persona.