Viernes santo, pueblo sufriente

Viernes santo, pueblo sufriente

Viernes santo, pueblo sufriente

Celedonio Jiménez

En viernes santo el gran Jesús vivió una dura, cruenta, injusta y humillante pasión. Una pasión que se ha extendido y es padecida en la actualidad por los pueblos sufrientes del mundo. Pueblo es el grupo o conglomerado de personas comunes y sencillas de una población o de una nación; nos referimos a un colectivo asociado a lo popular.

Para algunos, el pueblo es la identidad preponderante de la organización social y política, es “el soberano”. Pero en realidad el pueblo es el mayor receptor de penurias, padecimientos, precariedades y vulnerabilidades.

En nuestro país son componentes de ese pueblo los miles de personas (7 u 8 % de la población nacional) que vive pobreza extrema, cantidad en la cual encontramos a muchos cuyo espacio existencial es la calle y el cielo abierto.

Igual lo es el poco más de 60 % de nacionales que integra la llamada población “vulnerable”, y los trabajadores, que al decir de prestigiosos estudiosos de nuestra realidad, sufren en su nivel salarial un rezago de dos décadas. De éstos las propias cifras oficiales establecen que sus sueldos sólo les permiten cubrir el 71.3 % de la canasta familiar nacional.

Son parte del pueblo sufriente los jornaleros agrícolas cuyas bajas entradas los coloca en los más bajos niveles de la estructura salarial local. Constituyen pueblo sufriente los esforzados trabajadores “cañeros”, muchos de los cuales son ancianos que luego de una larga y desgastante jornada no han recibido sus reclamadas pensiones en el valor justo ni en la cantidad correspondiente, aludiéndose en muchos casos que fueron inmigrantes indocumentados haitianos.

También son pueblo sufriente las grandes mayorías de nuestros barrios urbanos, atormentados por el desempleo, la carestía de la vida y por las irregularidades en los servicios de energía eléctrica y de agua potable (en RD alrededor del 16 % de la población no recibe agua potable, y apenas un 46.3 % la recibe dentro de sus casas); sufren también por una precaria recolección de la basura, por derrumbes y crecidas de cañadas. Y vaya que lo son los pobladores del barrio “Pueblo Nuevo” de Villa Duarte, en Santo Domingo Este, donde 20 familias vieron reducidas a cenizas sus precarias viviendas y sus ajuares.

Las condiciones a que aquí hemos hecho referencia, y muchísimas otras realidades que no señalamos por falta de espacio, no son fortuitas ni naturales.

Tienen culpables. Tienen que ver con conductas inconsecuentes, incompetentes, ególatras y anti-ética, que sobreponen sus intereses propios a los del conjunto social y que para nada practican lo del amor al prójimo. Con tales situaciones no puede haber verdadera paz, cohesión social ni seguridad en la República Dominicana.

En esto deberían concentrarse los que dicen querer la justicia, el bien y la verdad, ¡pero no! no toman sincera partida para su consecución y adoptan posturas cerradas y autoritarias en actuales y complejos debates nacionales.