Muchas veces digo que uno de los mayores vicios de la política dominicana es la falta de democracia interna en los partidos. Quizás una clave importante del triunfo del PRM es que, por primera vez en mucho tiempo, ese añejo conglomerado no sólo eligió democráticamente a su candidato, sino que se unió detrás suyo para llevarlo al poder.

Hipólito Mejía, hasta el domingo el único estadista perremeísta, demostró excelente calidad humana al reconocer sin remilgos que Luis lo venció en las primarias y se fajó ejemplarmente a trabajar por el candidato de su partido.

En cambio, en el PLD ni siquiera con el alud de votos prestados por gente ajena a ese partido, pudo su antiguo líder Leonel Fernández lograr la candidatura, prefiriendo éxito como “spoiler” antes que ayudar a su esposa y compañeros a preservar el poder. Altos dirigentes y funcionarios con 16 años arriba se agacharon y ahora viene la fiesta de los monos, a rabazos, pues las victorias tienen muchos padres y madrinas, pero los fracasos son huérfanos.