David Alvarez
La vida de todo ser humano es lo más valioso que posee cada uno. Pero es un error pensarlo como posesión en su sentido propio, es la vida lo que uno “es”.
Cualquier idea o esperanza que tenga una persona sobre lo que supone fue antes de llegar a la vida o lo que puede ser después de morir, reduce el valor de la vida, la vida concreta, biológica, material.
Únicamente viviendo, en su sentido biológico, es posible creer o no creer en una vida ulterior o precedente. Pudimos no haber existido si el espermatozoide que forja la mitad de lo que somos no hubiese llegado primero al óvulo.
La vida humana por tanto es el absoluto del cual se desprenden todo lo demás que llamamos valioso, en términos personales o sociales. Desde su concepción hasta su muerte.
Ninguna etapa de la vida de un ser humano es más valiosa que la otra, vale igual el feto, el niño, el joven, el adulto, o el anciano, vale igual el hombre que la mujer, vale igual el ateo, el cristiano, el musulmán o budista.
Cualquier reducción del valor de la vida humana por motivos económicos, ideológicos, religiosos, culturales, etcétera, es una perversión que anula el valor de la vida humana.
Un buen referente es el Sermón de Montesinos.
Todo discurso que promueva el asesinato de una o varias personas, por el motivo que fuere, es despreciable e inaceptable en toda circunstancia.
En la vida humana se mide la razón válida.
