Urge mejorar el civismo dominicano. Ante el innegable éxito de la marcha verde contra la corrupción e impunidad, me dirán que es extemporánea mi afirmación. Pero ver a líderes verdes rasgar sus vestiduras porque el gobierno contratara publicidad en periódicos para el día después de su desfile cívico, revela una inocencia, impostada o real, que resulta fatal para lidiar con fieras políticas.
El buen político, y los verdes son –aunque lo nieguen— políticos, anticipa como el ajedrecista la movida del antagonista. La formación en civismo que sugiero debe producir hombres y mujeres cultivados en las virtudes, conocimientos y destrezas para desempeñarse cabalmente como ciudadanos.
Que sostengan, dice la Constitución, una “república libre, independiente, soberana y democrática, regidos por los valores supremos y los principios fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio de la ley, la justicia, la solidaridad, la convivencia fraterna, el bienestar social, el equilibrio ecológico, el progreso y la paz, factores esenciales para la cohesión social”.
Más prosa que poesía, hacerlo requiere inteligencia y timbales.