Un refrán japonés aconseja que “si no es tuyo, no lo tomes; si no es correcto, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas; y si no sabes, calla”.
En esa dirección, debemos sacar provecho al privilegio que confiere la prolongada adultez, el cual nos hace beneficiarios de permanecer callados mientras otros gritan verdades y mentiras.