La oposición se desgañita diciendo que la economía está desguañangada, pero la mayoría de los organismos internacionales cree lo contrario y los inversionistas internacionales devoran los bonos soberanos.
Políticos y empresarios apoyan por trasmano o abiertamente a difamadores inveterados, maquinando contra el país al denunciar supuestos atropellos contra la prensa, pero sin embargo en ninguno de los países del hemisferio hay una prensa más libre, plural y vigorosa que aquí.
Indignados y resentidos llenan las redes con insultos y sandeces, por ejemplo denunciando que la esposa de Zapete es funcionaria pública o que la de un juez trabaja en la DGII, como si sólo “cobran” sin trabajar.
Un grupito vocinglero tiene descacreditada a la JCE y sus jueces, pero ninguna evidencia certificada respalda los alegatos de fraude del expresidente Fernández. Activistas sociales revientan de frustración alegando que la Justicia está parcializada, pero abundan fallos contra el Gobierno o su partido.
Hay un divorcio entre muchas realidades y la narrativa impuesta por la oposición. Afortunadamente las mayorías silentes siguen definiendo las votaciones.