Las rivalidades deportivas siempre son buenas, porque dejan beneficios económicos muy marcados entre los protagonistas.
Sin embargo, las rivalidades no son aquellas que se designan porque alguien así lo desee. Las mismas se crean solas y por diferentes motivos.
Desde el pasado Clásico Mundial de Béisbol sabía que no era buena la rivalidad que se quiere crear con los venezolanos, porque todavía no tienen ese nivel.
Apenas nos ganaron el primer juego en el Clásico Mundial pasado, y aunque han llegado dos veces a las semifinales, no han pasado de ahí.
Nosotros ganamos ese evento invicto en 2013.
En Serie del Caribe la comparación 22-7 es humillante. Entonces, ¿cuál es el interés de subir a los venezolanos al nivel de rival acérrimo de los dominicanos? La verdadera rivalidad de los dominicanos es con Puerto Rico y así acaba de demostrarse en el enfrentamiento del pasado sábado en el loanDepot Park de Miami.
Boricuas y dominicanos se combinaron para llevar 35,972 personas a su enfrentamiento y así abrir un espacio en los libros de récords de la Serie del Caribe, un torneo de 75 años de historia.
El récord para ver enfrentarse a ambos equipo sucedió en el pasado Clásico Mundial de Béisbol, también en el estadio de Miami, cuando el 15 de marzo de 2023, asistieron 36,025 aficionados para una diferencia de solo 53 personas con la del pasado sábado.
Eso es una rivalidad comprobada. Quienes empujan porque los choques entre venezolanos y dominicanos alcancen esos niveles pudieran verse como que quieren correrle a la existente entre dominicanos y boricuas.
Es posible que ignoren que la rivalidad entre dominicanos y boricuas no es sólo deportiva, sino que también es cultural.
Cada vez que los dominicanos vencen a los boricuas la fiesta no se hace esperar, debido a que es la oportunidad de los compatriotas soltarse del “yugo” al que son sometidos por los puertorriqueños en su tierra.
Recuerden que son muchos los dominicanos que se fueron a vivir a Puerto Rico en busca de mejor vida y en el transcurso pasan las de Caín.