La semana pasada llegué al aeropuerto internacional de Venezuela, ubicado en el estado La Guaira en la periferia de Caracas, y quedé impresionado por el honor que se le rinde a sus atletas destacados en los pasados Juegos Olímpicos.
En murales inmensos resaltan las figuras de Yulimar Rojas ¡Morena de oro!, quien ganó oro, logrando un récord mundial de triple salto.
También de los medallistas de plata en halterofilia, Keydomar Vallenilla y Julio Mayora. De igual modo adornan otros murales y vallas laterales con las imágenes de sus atletas en competencias.
Eso se llama orgullo y así son presentados a los visitantes en esa nación, en lo que se evidencia un gran trabajo del Ministerio de Turismo de Venezuela. Les aseguro que me sentí apenado porque en nuestro país no sucede igual.
Es lamentable que nosotros a las grandes actuaciones de talentosos atletas no les saquemos ningún beneficio. Nuestros funcionarios de Turismo son miopes en ese sentido.
Es increíble, cómo en ningún aeropuerto del país, exista una valla publicitaria de Marileidy Paulino, nuestra principal atleta individual. Además, Marileidy es una morena hermosa que alegraría a los visitantes. Tampoco se resalta a ningún pelotero, a pesar de sus exhuberantes actuaciones en las Grandes Ligas.
Cuando me uní a la preparación del equipo dominicano que participó en el pasado Clásico Mundial de Béisbol le solicité al encargado de mercadeo que hiciera las gestiones con el Ministro de Turismo, David Collado, para que se colocaran algunas vallas de los jugadores invitando a darles seguimiento durante el torneo.
Lamentablemente, eso no se hizo.
Los pueblos logran identidad cultural cuando les enseñan a los demás que tienen sentido de pertenencia sobre sus figuras destacadas, sin importar en el ámbito que lo hagan. En este caso, los deportistas nacionales merecen ser reconocidos.