Nueva York.-Hace una década, cuando los precios del crudo se dispararon a más de US$100 por barril, Venezuela, el país con las riquezas petroleras más grande del mundo, se convirtió en el viejo dadivoso con sus riquezas.
El fallecido líder revolucionario Hugo Chávez ofreció sus dádivas desde Bahamas hasta Buenos Aires, comprando así influencia para su revolución izquierdista en contra de Estados Unidos.
Después de esa época murió Chávez (en 2013, víctima de cáncer) y los precios del petróleo se desplomaron. Ahora su revolución parece ser tan tóxica como el gas lacrimógeno que lanzan en las protestas antigubernamentales que surgen en Caracas.
Pérdida de apoyo
Cuando el presidente de Venezuela Nicolás Maduro envió ayuda alimentaria para las víctimas de las inundaciones en Perú de marzo pasado fue ridiculizado en todo el mundo debido a que la escasez prevaleciente en su país es tan grave que el adulto promedio venezolano perdió 8.5 kilos el año pasado.
En abril pasado, Almagro persuadió al Consejo Permanente de la OEA para que emitiera una resolución que, en esencia, declaraba la muerte de la democracia venezolana como respuesta a las medidas que ha tomado Maduro en su desesperación por el desplome del nivel de aprobación a un 20 %.
Este ha consistido en la anulación de los poderes legislativo y judicial, la cancelación de las elecciones, la censura a los medios independientes y el encierro de más de 100 personajes destacados de la oposición.
La resolución de la OEA es una señal inusitada de que el resto de los países de América Latina, en un hecho insólito, no está excusando descaradamente al desastroso y dictatorial régimen izquierdista.
Esta nueva tendencia puede originarse en el giro hacia la derecha de gran parte de América Latina desde la época de auge de Chávez.
Giro hacia la derecha
En Perú, el país que, aparentemente, Chávez consideró volver “revolucionario”, su presidente, Pedro Pablo Kuczynski ha declarado que el régimen de Venezuela “es insostenible y tiene que terminar”.
La izquierda de Brasil, enfrenta el problemas de cómo recuperarse ante la destitución y juicio político de la presidenta socialista Dilma Rousseff, firme defensora del régimen venezolano. Pero su sustituto, Michel Temer, ha expresado su apoyo a la oposición venezolana
En Argentina, fue sustituida la presidenta de izquierda, Cristina Fernández de Kirchner por Mauricio Macri, de tendencia más conservadora. Hasta el país más cercano, Colombia, cuyo presidente centrista Juan Manuel Santos ha necesitado la ayuda de Maduro para negociar la paz con la guerrilla marxista, firmó una carta junto con otros 13 países exigiendo la restauración de la democracia en Venezuela.
Tal vez el desaire más notable ocurrió en diciembre pasado, cuando el bloque comercial sudamericano del Mercosur suspendió a Venezuela por incumplir con los principios democráticos del grupo.
Apoyo sin fuerza
Muchos países latinoamericanos más pequeños, especialmente en el Caribe (Honduras, Jamaica y Cuba), siguen sintiendo gratitud por la generosidad de Venezuela, ya que han sido beneficiarios del programa de ayuda de combustibles de Petrocaribe, que Chávez comenzó en 2005. Sin embargo, la crisis que ahora enfrenta Venezuela ha cerrado el grifo de manera significativa.
Maduro sólo defiende China y Rusia , Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Pero esos vecinos no pueden ofrecerle la “ayuda revolucionaria” que este país alguna vez les prodigó.