La ambientación de La Cassina, uno de los establecimientos de Víctor Levis, es muy acogedora para el visitante. JOSÉ DE LEON
SANTO DOMINGO.-“El que quiera triunfar como inmigrante en República Dominicana que no trate de cambiar nada, que se adapte, —arruga la frente y continúa— que se abra a las costumbres locales, este país y su gente ya son especialmente buenos y felices, al final es lo que todos buscamos”.
Al pronunciar estas palabras, Víctor Levis lo hace con las mismas características fonéticas que identifican al nacido en Santo Domingo, solo que él lo hizo en Caracas.
De ancestros turcos, padre colombiano que vivió en Cuba y se trasladó a Venezuela, Levis se define a sí mismo como un latinoamericano puro que prefiere la espontaneidad de la vida a la rigurosidad que ostentan los habitantes de los países desarrollados.
Por eso decidió emigrar al país y no a Miami como lo hicieron sus tres hermanas, luego de que el 4 de febrero de 1992 un grupo de militares incursionaran como actores de primer orden en la vida política de Venezuela e intentaran dar un golpe de Estado, que, aunque fallido, abrió las puertas a la crisis política, económica y humanitaria que sufre el país suramericano.
“Como mi papá vivió el proceso cubano, fuimos capaces de anticipar lo que se venía para Venezuela”, dice Levis.
Su primer contacto con dominicanos fue en la ciudad de Boston, un par de encuentros casuales plasmaron en su mente la idea de hacer de esta su tierra.
El proceso
“No tengo estudios de ningún tipo, mi papá prefirió que me dedicara a los negocios de la familia, él había hecho lo mismo y le había dado resultado, así que desde joven he estado trabajando”, confiesa.
Víctor trató con algunos negocios que no dieron los resultados esperados, trabajó en la industria textil; emprendió una venta de artículos a bajo costo y lo intentó con la venta de autos.
Su olfato de comerciante le hizo captar las posibilidades de un negocio de restaurante mientras almorzaba en uno.
“La comida me encantó, se lo hice saber al chef y le sugerí que hiciera algunos cambios en la planta física, el me respondió ofertándome asociarme con él para que me encargara de esa parte, tomé en serio la propuesta”.
La sociedad solo duró seis meses, la idea no prosperó, pero sirvió de semilla para el brote de la pasión de su vida (los restaurantes), que se ha extendido a distintos puntos de la geografía nacional y ya tiene ramificaciones en Puerto Rico.
Algo que distingue a la mayoría de los venezolanos es el deseo de volver a su tierra.
El 87% de los que salieron planea regresar a su país cuando las cosas se normalicen, según un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Te acabas de encontrar con uno que no piensa así —declara Levis sonriente—, he llegado a un extremo que cuando se enfrentan las selecciones de Venezuela y República Dominicana apoyo a los muchachos de aquí”.
Dejando atrás el hogar
Las cifras que manejan la OIM y la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) indican que cuatro millones de venezolanos se han desplazado a otras naciones desde el recrudecimiento de la crisis en 2016. En el país, la Encuesta Nacional de Inmigrantes los cuantifica en poco más de 25,000, aunque las proyecciones de la OIM indican que se trata de una población cercana a las 30,000 personas.
Tipo de inmigrante
Un 59,2% tiene estudios universitarios, de ese grupo un 44% posee titulación en ciencias matemáticas, sociales humanísticas y auxiliares afines.
Para poder salir tuvieron que tomar decisiones difíciles, como emplear sus ahorros (65%), renunciar a su trabajo (62%), alejarse de la familia (54%), vender propiedades (45%).
Los datos provienen del Informe sobre la Movilidad Venezolana publicado por la OIM en 2018.
A su llegada al país tienden a ocuparse en trabajos informales mientras regularizan su condición migratoria y procuran acceder a los servicios básicos.
Así le ocurrió a José Gregorio Gómez, un mecánico de profesión cuya historia es otra de las miles que se pueden encontrar sin mucho esfuerzo. Llegó al país con solo 1,500 dólares, su esposa, sus dos hijas y un hermano.
“Alquilé un apartamento, compre dos camas, un abanico y ahí se me fue todo el dinero”, afirma.
Se mudó en el Café de Herrera, desde donde se trasladaba hasta el kilómetro 8 de la avenida Independencia para trabajar como mecánico.
“Tenía mi propio taller en Venezuela, pero no pude soportar más —lo dice en tono de lamento— así que aquí visitaba los talleres de mecánica, me identificaba, ofrecía mis servicios de manera gratuita, demostraba mis conocimientos y luego lograba garantizar la comida de mis niñas”.
Tras dos años de duro trabajo, se ha instalado definitivamente en San Cristóbal. Con la ayuda del Acnur y la OIM pudo levantar una estructura en la que brinda mantenimiento a un centenar de vehículos de una empresa de gran capital en el país.
La comunidad venezolana ha pedido a las autoridades facilidades para regularizar el estatus migratorio de los que han logrado instalarse en el país.
“Añoro mi tierra, pero aquí me quedo, no es tiempo de lamento, sino de avanzar en este cálido suelo de Dios”, declara Gómez.
Personaje
Nombre:Víctor Levis
Período en el país: 17 años.
Biografía
Copropietario de SBGgroup, una cadena de restaurantes que combina espacios únicos con el arte del buen comer.