Con el nuevo siglo desapareció el arquetipo del novelista erudito y del escritor como sabio, a la manera de Borges, o del pensador, como Octavio Paz, estilos de escritores, estimo, en vías de extinción.
En nuestra literatura criolla, Marcio Veloz Maggiolo encarna -a mi juicio- ese prototipo de autor de cultura enciclopédica. Son escasos hoy, por no decir, inexistentes, los escritores que poseen alcances tan amplios como don Marcio, cuya formación en áreas tan extrañas, como la Arqueología y la Antropología, dominios que le han permitido articular una obra narrativa marcada por la curiosidad y la sabiduría.
Habría que hacer un rastreo por España y América Latina, y resultaría un erial encontrar un escritor con esa vocación enciclopédica y afán de penetración en todos los géneros literarios como este autor.
Desde la novela histórica hasta la novela arqueológica, desde la crónica de su barrio Villa Francisca hasta la novela bíblica, Veloz Maggiolo ha fundado un mundo literario mágico, mítico y fantástico, a partir de su autobiografía, y de experiencias de lectura, testimonio e investigación, de una espléndida factura metafórica.
Apelando a su elefantiásica memoria, Veloz ha empleado el recuerdo como supremo recurso de ficción, con el que ha galvanizado su obra y condimentado sus personajes literarios.
En efecto, usa la memoria como protagonista del tiempo histórico, y crea así una poética de la memoria narrativa.
La poesía, el cuento, el teatro, la crónica, el periodismo, la novela, el ensayo, la literatura infantil, todas estas expresiones verbales han sido tocadas por este autor de piezas fundacionales en nuestras letras. Desde la década del cincuenta, con su incursión en la poesía y el teatro, hasta la exploración en la novela de temática católica -junto a Carlos Esteban Deive y Ramón Emilio Reyes-, hasta su inmersión en el reino de la intrahistoria local, con el fin de la censura del régimen de Trujillo, Marcio Veloz inició un viaje al corazón de la ficción mágica con una obra narrativa vertical, ascendente y tesonera.
En nuestra tradición literaria pocos como él pueden calificarse de “novelistas de raza” (como se dijo de Balzac), de vocación raigal y dilatada.
Su afán temático y exploración en mundos oníricos, psicológicos, míticos y existenciales, tras la búsqueda de la identidad de una novelística dominicana, lo sitúan en una esfera de ruptura con nuestra tradición y lo definen como un autor con vocación universalista.
Amante de la música popular y del bolero, del folclore y la apicultura, Marcio encarna el espíritu intelectual de una época que se esfuma.
Su voluntad de escritor tenaz y persistente –no a la manera de Flaubert sino de Balzac- ha dado frutos: decenas de novelas y más de una veintena de ensayos.
Traducido al francés, italiano, alemán e inglés, es el autor dominicano vivo de mayor trascendencia internacional, cuya versatilidad expresiva y temática, originalidad y constancia en el oficio, lo han llevado a explorar a la vez en el microcuento, la crítica, la investigación arqueológica y el mundo infantil, no sin luminosa maestría. Así pues, su vocación por el saber pendula entre la ciencia y la literatura -e incluso la pintura, su vocación inicial.
De modo pues, que Marcio Veloz nos recuerda al hombre renacentista, pues posee un manantial de temas y géneros literarios, donde convergen el artista y el científico.