Deseo y espero que el presidente de Brasil, Lula da Silva aproveche el fracaso del intento de golpe del expresidente Jair Bolsonaro, para consolidar el poder que le otorgaron los electores y forzar al repliegue a las fuerzas ultra reaccionarias que conspiran contra él.
El Brasil está dividido. Lula, una coalición de fuerzas políticas y organizaciones sociales, sustentan las aspiraciones democráticas, las reivindicaciones sociales, la preservación de los inmensos recursos naturales y el ejercicio de la soberanía. Y el bolsonarismo, que encarna el autoritarismo y la dictadura, la discriminación racial y la exclusión social, la depredación de las selvas, ríos, minas y pueblos aborígenes, y el entreguismo.
Dos bloques claramente caracterizados, en medio de una realidad mundial sin precedentes. La era del conspiracionismo, como la describe el maestro Ignacio Ramonet, en un sustancioso y muy actualizado libro de su autoría que lleva ese mismo título.
Era en la cual una propaganda mentirosa, pero hábilmente manejada, es capaz de confundir masas humanas, conducirlas hacia el neofascismo, y como en el caso de Donald Trump con su asalto al Capitolio y en otros países, llevarlas a acciones de gran envergadura. Como acaba de hacerlo Bolsonaro.
En América hay una revolución democrática nacional pendiente de culminación, que trata de ponerse en marcha con la instalación de gobiernos nacionales, con sentido de reivindicación social, de soberanía, respeto a las normas democráticas y rechazo a la corrupción.
Pero tienen de frente la resistencia de las fuerzas conservadoras que, cuando son derrotadas electoralmente, siempre con el respaldo yanqui, se lanzan a conspirar. Venezuela, Bolivia, Perú y su actual baño de sangre, son solo muestras.
La derecha no sabe perder, dice con acierto el colega German Marte.
Esa derecha ultra conservadora siempre busca que algún sector militar le sirva de instrumento. Y el militarismo en Brasil tiene raíces y tradiciones muy profundas, las consecuencias sangrientas de las dictaduras militares están ampliamente documentadas y hasta los dominicanos las sufrimos cuando soldados brasileños, enviados por una dictadura militar, nos ocuparon y masacraron al pueblo, conjuntamente con los norteamericanos y de otros países en 1965.
Lula tiene experiencias de sobra, algunas muy amargas, y ojalá su inteligencia y su sentido de responsabilidad, lo guíen. El frente enemigo lanzó un ataque y fracasó. Lula tiene la ley en las manos y sería imperdonable que no la aplique y deje impunes e intactas las fuerzas sociales y políticas que lo amenazan. Cuando se sabe de sobra que esas mismas fuerzas volverán por la revancha. Vamos, Lula.