Quienes me conocen saben, y los que no se enterarán ahora, que me place enfrentar de manera resuelta a ciertos farsantes que aprovechándose de sus puestos en la administración pública no hicieron más que enriquecerse ellos y sus allegados, sin importarles el sufrimiento que eso pudiera provocar, precisamente, a los más pobres.
Después de todo, de qué sirve la pluma si cuando es preciso no se usa como espada al servicio de una buena causa.
Pero esta vez no quiero hablar en contra de nadie, sino a favor de muchos. Quiero aprovechar esta página de El Día para hacer un reconocimiento público a cientos de miles de dominicanos que dejaron a un lado la indiferencia y el miedo y sintieron arder en sus pechos la llama de la decencia y el decoro y como un solo hombre salieron a marchar por las calles de la Patria al grito de “Los corruptos pa´ la cárcel» y “No más impunidad”.
Después de ahí nada volvió a ser igual. Y esto a pesar de que borrachos de poder, cegados por la codicia y la arrogancia, la mafia que se instaló en el mismo Palacio Nacional se creyó y quiso hacernos creer a todos que era imposible vencerlos.
Sí, cada paso que aportamos desde aquel domingo 22 de enero de 2017 ha valido la pena.
Si hoy los pulpos y varios de sus tentáculos están tras los barrotes de una fría celda en Najayo, donde a pesar de todos sus millones pasarán la Nochebuena y el Año Nuevo, se debe a que cientos de miles de dominicanos salimos a caminar vestidos de esperanza contra el cáncer de la corrupción y su principal incentivo, la impunidad.
Recuerdo que en una de esas marchas en las que participé junto a mis hijos y varios sobrinos les dije a mi pequeño Sebastián y a mi querido Alan L. (ahijado y sobrino) “ustedes deben sentirse orgullosos de estar hoy aquí, porque mañana, así sea dentro de 20 años o más, cuando se escriba la historia ustedes podrán decir con orgullo a sus hijos y nietos, yo estuve ahí, yo marché contra la corrupción y la impunidad”.
Que bueno que hoy, apenas tres años después, pueda yo repetirles a mis hijos, a mi hermano A. R. L y a mis sobrinos, sentirse orgullosos de haber sido parte de esa Marcha Verde contra la corrupción y la impunidad. Y aunque nadie puede llamarse a engaños y pensar que la corrupción ha sido desterrada para siempre, al menos tenemos unos cuantos camajanes presos, gente que hasta hace poco parecían tener más poder que Al Capone y gente hasta que llegó Eliot Ness.
Confío y apoyo la labor de Miriam Germán, Yeni Berenice Reynoso, Wilson Camacho y todos los que junto a ellos hicieron un gran trabajo en el Ministerio Público. Además, creo sin tapujos que ahora hay la voluntad política para frenar la corrupción.
Mientras tanto, le pido al doctor Ricardo Nieves, a Jonathan Liriano, Altagracia Salazar, María Teresa Cabrera, Natalia Mármol y demás organizadores de Marcha Verde que vayan planificando una gran concentración verde, un gran acto en la Plaza de la Bandera o frente a la Procuraduría para celebrar el día que atrapen y sometan a la justicia la cabeza del “Purpo”…porque hasta ahora solo han caído en el chinchorro hermanos y cuñados, entre otras sabandijas.