Uno es profesor de historia y candidato por la izquierda del expresidente José “Pepe” Mujica. Otro es veterinario y representa al actual gobierno de centroderecha: Yamandú Orsi y Álvaro Delgado disputarán el 24 de noviembre el balotaje presidencial de Uruguay.
Orsi ganó la primera vuelta electoral de este domingo con 43,7% de los votos por la coalición de izquierda Frente Amplio, mientras Delgado le siguió con 26,9% por el gobernante Partido Nacional, según los resultados parciales de la Corte Electoral cuando ya había sido escrutado más del 95% de los sufragios.
Los expertos consideran incierto el resultado de la segunda vuelta entre ambos.
Pese a que Orsi y Delgado representan a los dos grandes bloques que dividen a los votantes uruguayos, en términos de políticas públicas esta es “una confrontación entre dos proyectos que tienen más en común que diferencias”, le dice a BBC Mundo el politólogo Adolfo Garcé, profesor de la Facultad de ciencias sociales de la Universidad de la República, en Montevideo.
“Si muchas democracias del mundo se caracterizan por una competencia política polarizada y contrastes ideológicos notables, con izquierdas muy de izquierda y derechas muy de derecha, la elección en Uruguay entre Orsi y Delgado es un balotaje entre dos propuestas muy centristas”, señala el experto.
Entonces, ¿de qué depende el desenlace de este singular duelo?
Lo que comparten
Orsi nació hace 57 años y Delgado 55. Los dos tienen ascendencia italiana y canaria por lado paterno o materno.
Ambos descubrieron su gusto por la política a la salida de la dictadura militar uruguaya (1973-1985), pero completaron estudios terciarios para trabajar en otras profesiones.
El izquierdista se graduó como docente de Historia, actividad que ejerció en liceos públicos secundarios del interior de Uruguay hasta 2005, cuando asumió como secretario general de la Intendencia de Canelones, el departamento uruguayo más poblado después de Montevideo.
Desde 2015 hasta marzo de este año (con una reelección en 2019) fue intendente del mismo departamento, que limita con la capital y en el cual pasó los primeros cinco años de su vida en una zona rural, antes de que sus padres se mudaran a la ciudad de Canelones para trabajar y vivir en un almacén.
Delgado, a su vez, se graduó de veterinario siguiendo su pasión por la vida rural, hizo un posgrado en gerencia agroindustrial y trabajó como productor rural y certificador de campos y frigoríficos.
Más tarde, el hoy candidato oficialista también se volcó a la política profesional, fue inspector gubernamental de Trabajo, diputado (2005-2015), senador (2015-2020) y secretario de la presidencia del actual mandatario Luis Lacalle Pou hasta el pasado diciembre.
Si bien ambos tienen como padrinos políticos a líderes partidarios de carácter marcado y populares, como el expresidente Mujica y Lacalle Pou, respectivamente, ellos tienen menos carisma y comparten un estilo que prioriza el diálogo y la búsqueda de consensos antes que la confrontación con los adversarios.
Los dos reivindican esa forma de hacer política y mantienen desde hace tiempo un canal de comunicación directa donde, según Orsi, pueden decirse “cualquier cosa” porque se tienen confianza.
Sus propuestas de gobierno también tienen semejanzas.
Por ejemplo, señalan como prioridad el combate a la pobreza infantil —que afecta al 20% de los niños menores de 6 años, el doble que entre la población general— con acciones como la universalización de la enseñanza inicial o el aumento de las escuelas públicas de tiempo completo.
Ninguno plantea un giro radical para este país de 3,4 millones de habitantes, sino más bien cambios graduales que salvaguarden su tradicional estabilidad.
“Las transiciones pactadas, en etapas, han sido el soporte de nuestra democracia”, le explica a BBC Mundo la socióloga Mariana Pomiés, directora de la consultora local Cifra.
“Todos los candidatos que acá hicieron propuestas muy drásticas perdieron y cuando se volvieron a presentar tuvieron que moderar sus propias propuestas”, indica.
Orsi logró altos índices de aprobación como intendente de Canelones, mientras Delgado fue elogiado por su desempeño durante la pandemia de covid.
Pero el estilo moderado y hasta afable de ambos tendrá una prueba especial en esta segunda vuelta electoral.
Lo que los separa
Como suele ocurrir en los balotajes, la llave de la elección en Uruguay la tendrán quienes votaron a otros candidatos que quedaron fuera del duelo final.
El tercero más votado, con 16,1%, fue Andrés Ojeda, candidato del Partido Colorado, una fuerza política tradicional que ha integrado el gobierno de Lacalle Pou.
Por eso, es probable que la mayoría de los votantes colorados opten ahora por Delgado, al igual que los del Partido Independiente (1,7%) y Cabildo Abierto (2,4%) que también participaron de la “coalición multicolor” gobernante.
Pero estos partidos “no trasladan como un bloque” sus votantes al candidato que enfrenta a la izquierda, advierte Rosario Queirolo, politóloga y profesora del departamento de ciencias sociales de la Universidad Católica, en Montevideo.
De hecho, el Frente Amplio, que gobernó Uruguay desde 2005 hasta 2020, sumó en las últimas tres elecciones presidenciales varios puntos porcentuales entre la primera y segunda vuelta, por lo que se anticipa un final parejo.
“Son unos pocos los que terminan definiendo el final, los indecisos. Y en el balotaje es difícil decir qué va a decidir a esta gente”, le dice Queirolo, experta en comportamiento electoral, a BBC Mundo.
También podría ser clave lo que hagan quienes el domingo votaron en blanco (2,6%) o a Identidad Soberana, un partido nuevo crítico de lo que define como “casta política” uruguaya que obtuvo 2,8% de los sufragios.
A nivel legislativo, el Frente Amplio tendría mayoría en el próximo Senado, con 16 miembros en 30. Hasta la mañana de este lunes aún restaba definir la integración completa de la Cámara de Diputados en función del escrutinio.
Queirolo señala que una diferencia principal entre izquierda y centroderecha en Uruguay pasa por cómo piensan en bajar la desigualdad: mientras los primeros tienden a poner más acento en políticas redistributivas, los segundos apuestan más a la expansión económica para reducir la pobreza.
Con una PIB que crece a tasas moderadas (3,5% previsto para este año), los temas económicos como el desempleo y la inflación están entre las principales preocupaciones de los uruguayos, según encuestas.
Pero lo que más inquieta a los votantes y motiva críticas cruzadas entre oficialismo y oposición es la inseguridad pública, con crímenes violentos vinculados al narco desconocidos hasta hace poco en el país y 10,7 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2023, casi el doble que en 2005.
Orsi ha hecho de la “honestidad” un eslogan de su campaña tras varios escándalos en el gobierno de Lacalle Pou que provocaron renuncias de ministros, mientras Delgado desafió a su rival a llamar “dictadura” al gobierno de Venezuela, algo que el izquierdista finalmente hizo en la campaña.
A diferencia de lo que ocurrió antes de la primera vuelta, para el balotaje habrá un debate obligatorio entre los dos candidatos que puede afectar la inclinación de los votantes y quizás a priori favorezca a Delgado por su experiencia de parlamentario y solvencia en temas de gobierno nacional, apunta Garcé.
Pero advierte que los puntos en común entre las dos opciones electorales también plantea riesgos.
“El ideal de la competencia en democracia es que no haya polarización, pero tampoco confusión”, sostiene.
“Cuando gobierno y oposición convergen demasiado, el sentido de la democracia se pierde: en el fondo, si todos nos ofrecen más o menos lo mismo dejamos de poder elegir. Y eso es dramático”.