El costo de un trasplante de riñón ronda alrededor de un millón de pesos y es cubierto por el sistema sanitario.
Santo Domingo.-Existen momentos, dentro de la evolución de una enfermedad, en que tu vida depende de que te donen un órgano, pues el que tienes se dañó producto del mal que te aqueja.
El cuerpo humano es una máquina perfecta, donde todos sus componentes tienen una función a ejecutar.
Pero cuando uno falla, tan solo uno, se le distorsiona la existencia por completo a ese individuo, sin importar la edad, raza, color o sexo.
Nuria Molano abre los ojos a un nuevo día, al tiempo que le pide fuerzas a Dios para empezar una nueva batalla en medio de la guerra que lucha contra la insuficiencia renal crónica (riñones dañados), ya que requiere con carácter de urgencia que le donen un riñón porque el suyo no funciona.
Para 2005, aun sin cansarse, estudiando en la universidad y con 23 años de edad, le diagnosticaron este mal. Ella narra que para ese entonces su médico de cabecera le puso un tratamiento; en ese proceso duró cinco años y este permitió que se recuperara casi en su totalidad.
“En ese trayecto me casé y tuve a mi hijo, pero me descuidé y recaí. Cuando volví a mi chequeo ya los riñones no aguantaban más, y tuve que empezar a dializarme”, narra Molano.
El viacrucis
Ahí comenzó su viacrucis. Primero su padre Nelson Molano se quedó sin trabajo y, de paso, sin el seguro médico. “Así que empezamos a pagar un seguro independiente, a la misma aseguradora que ya teníamos, pero como no se hizo el cambio me quedé sin la cobertura”, precisa.
Ia que las diálisis son muy costosas a nivel privado. “En la clínica UCE, para ese entonces, costaba RD$4,000 cada diálisis, y son tres en la semana, es decir, un total de 12 al mes, y son obligatorias, porque si no me dializo me muero”.
Esos primeros años fueron terribles para ella, porque eran muchos gastos económicos y no estaba ni está produciendo.
El salario de su esposo, Ángelo Rodríguez, tampoco alcanza para los constantes procesos a los que debía y debe someterse.
“Yo vi a mi papá empeñar su casa, por la que trabajó toda su vida, por 50 mil pesos, por una emergencia en la que debían ponerme un catéter.
No tenía el dinero y tuvo que salir a resolver”, narra Molano casi a punto de llorar; toma un respiro y dice: “Mi papá es una estrella.
Si él (mi papá) hubiese podido sacarse un riñón hace tiempo que lo hubiera hecho”.
Al ver la situación comenzó a tocar puertas y gracias a un amigo de la infancia llegó al Centro Cardio-Neuro-Oftalmológico y Trasplante (Cecanot), donde empezó a dializarse por catéter (usado para mover sangre del paciente desde la máquina de hemodiálisis)”, pero con el paso de los días hizo una reacción alérgica a este tipo de aparato. En medio de esa situación realizó varias actividades en el parque, en la comunidad con la iglesia.
En esos primeros años se mantuvo haciendo rifas y hasta kermés.
Su seguro médico, después de mucho pelear empezó a cubrirle a través de Plan Básico de Salud, con el cual en principio pagaba una diferencia, ahora le cubre un cien por ciento.
De muy alto riesgo
Los días pasaban y el problema con el catéter persistía, así que los médicos empezaron a hacer la diálisis a través de una fístula (una conexión quirúrgica de una arteria directamente a una vena), la cual también se terminaba dañando porque tenía una condición que los médicos descubrieron tiempo después.
Y es que Molano está predispuesta a hacer trombos (coágulos de sangre que se forman en el interior de un vaso sanguíneo).
“Estuvimos cinco años haciendo fístulas y catéteres que al final se dañaban, así que me mandaron para diálisis peritoneal, porque ya no sabían qué hacer conmigo. Yo soy un milagro del Cecanot”, expresa.
El trasplante de Nurys Molano es de muy alto riesgo, está de emergencia, “en un SOS. No tengo otra opción. Ya los doctores no tienen por donde dializarme”.
Las donaciones, luego del caso de Karla Maciel, con el cual tejieron la fábula del trafico de órgano, las donaciones se cayeron, afectando a todo el que está en lista de espera.
“Es mucha la gente que se debe movilizar para realizar un trasplante y además hay que realizar una serie de exámenes, y lo mismo se invierte en el receptor. No es tan fácil como la gente especula”, expresa.
Ella tiene 35 años de edad, pero con el tiempo que tiene en diálisis ha adquirido muchos achaques que la hacen sentir como una persona que tiene 80 años, que ya no tiene fuerzas. Pese a todo esto tiene fe y espera un donador que le salve la vida.