Me apenó mucho escuchar a mi estimado Charlie Mariotti, secretario general del PLD, alegando que muy pocos peledeistas están vinculados a los tremendos actos de corrupción que les son imputados por el Ministerio Público.
En un partido que gobernó veinte de los últimos 28 años, durante los cuales muchos dirigentes pasaron de andar en chancletas a ser potentados, es obvio que hay mansos y cimarrones reburujados y que realmente “son menos los corruptos que aquellos que no tienen cuentas pendientes con la Justicia”.
Pero por pocos que sean proporcionalmente, algunos expedientes judiciales de los encartados son espeluznantes. Hay abusos flagrantes y lawfare, retrasos e incompetencia inexcusable de parte de los acusadores, incapaces de lograr sentencias en casi cuatro años.
Sin embargo, es muy cuesta arriba que el PLD, reducido a tercera fuerza, pretenda resurgir de sus cenizas invocando como bandera la honestidad. De entre sus muchos éxitos, esa no ha sido la mayor fortaleza de los tres partidos boschistas.