Unificarnos en torno a Duarte

Unificarnos en torno a Duarte

Unificarnos en torno a  Duarte

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. Estos días de enero y febrero de cada año se conmemoran numerosos hitos históricos relacionados con la religiosidad del pueblo dominicano, el nacimiento de la figura esencial de nuestra historia patria, Juan Pablo Duarte, y las luchas que culminaron con la Declaración de Independencia de la República Dominicana. Un trascedente paso adelante en el que los nacidos en esta tierra empezamos a recorrer un camino propio, aunque nunca despejado del todo de amargas y difíciles contrariedades.

Sobran los motivos para celebrar, pero principalmente para rememorar y prepararse. Es el momento para cerrar los ojos, tomar asiento en un lugar apartado y silencioso y reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de la Patria.

Hace 179 años, casi dos siglos, que logramos desplegar a los cuatro vientos nuestra bandera tricolor y, no obstante, se puede apreciar en el horizonte que es aún dificultoso y prolongado el sendero que nos queda por recorrer.

Hemos logrado avances reales y significativos de los cuales nos podemos sentir reconfortados y orgullosos porque no hemos arado en el mar.

El hecho mismo de contar con un estadista como Luis Abinader al frente de los destinos nacionales, establece una clara línea divisoria entre las oscuras prácticas del pasado y las ejecutorias del presente. Como también es cierto que, para avanzar sobre terreno firme, es preciso apreciar con mirada fría nuestra realidad en todos los órdenes y, tal como hicieran Duarte y los Trinitarios, tomar la espada y prepararse en todo momento para confrontar de raíz los equívocos y las distorsiones.

No soslayar, en primer término, el grave problema que representa para nuestra existencia nacional Haití. Se trata de un peso muerto, una peligrosa carga que oscila sobre nuestra existencia, como una cuchilla muy afilada, una espada de Damocles que amenaza de forma indeclinable nuestro presente y nuestro futuro como lo ha sido de manera determinante en el pasado mediato e inmediato.

Sobra mencionar hechos y circunstancias. Existe la mejor de las intenciones en el muro que se construye entre ellos y nosotros, como un real obstáculo entre nosotros y una realidad que parece extraviada en el tiempo y en el espacio. Considero imprescindible hacer un esfuerzo decidido y esencial para que dicha obra sea concluida sin pérdida de tiempo y con características no solo tecnológicas sino inviolables a cualquier intento o pretensión de anularla o distorsionarla tanto de hecho como de derecho.

Creo fundamental, y es algo en lo que he insistido que el pueblo se organice a imitación de La Trinitaria, creada por Juan Pablo Duarte. Es preciso unificar metas y propósitos de manera monolítica para frenar la degradación intencional y dirigida, la corrupción, la delincuencia, los abusos, el crimen y todas las formas de perversidad que caracterizan estos tiempos.

Esa organización debe estimularse y conformarse al margen de la política y la politiquería, nunca jamás transformarse en una suma de propósitos encaminados a obtener beneficios individuales.
Diría que debería tratarse de una continuidad de la organización creada y orientada por Juan Pablo Duarte. Debo recordar que escribí una extensa novela en tres tomos, de varios miles de páginas, que voy a reeditar en el futuro próximo en un formato y con orientaciones claras y precisas y cuyo fundamento sea el de servir de respaldo a los ideales y aspiraciones que yacen en lo más profundo del alma del dominicano.

Ese libro ya se ha editado en varias ocasiones, pero es preciso revisarlo a fondo, actualizarlo, para que sea una rigurosa interiorización de nuestro presente y que permita a nuestras mujeres y hombres y a la juventud que emerge poseer las herramientas que les permitan organizarse adecuadamente para preservar su patria, su integridad, su carácter, en suma, el futuro de la nación dominicana, en un ámbito contradictorio, confuso y desbordado de perversidades, equívocos y confusiones de toda naturaleza.

Insisto en que solo la organización de los dominicanos, adecuadamente orientados, nos permitirá preservar nuestras características nacionales y ser los dueños de nuestro destino.