Pedir ayuda. Admitir que no eres capaz de hacer algo. Reconocer que eso de ser invencible solo pasa en las películas y a veces. Creo que esta pandemia nos ha permitido decir estas cosas en voz alta y no sentirnos culpables o pensar que nos van a juzgar por “débiles”.
Parece que eso de crear una imagen “perfecta” no va a venir con la nueva normalidad (no me gusta esta palabra, pero bueno). Y me alegro, sinceramente, porque permitirnos soltar esas presiones sociales, entender que no estamos en control de las cosas y ser capaces de solicitar ayuda, de buscar donde apoyarnos, de trabajar codo a codo con alguien por lograr algo en vez de por ver quien llega primero, es positivo se mire por donde se mire.
Me gusta ver empresas que aún siendo competencia unen esfuerzos para salir hacia delante. Pequeños emprendedores que ayudan a otros, personas que al momento de adquirir algo piensan dónde y cómo hacerlo y optan porque tenga un componente social.
Esas personas que creían tener su futuro marcado y todo les ha dado un vuelco y han sabido decir: necesito ayuda, qué hago ahora. Y esas personas que han respondido, cuenta conmigo.
Creo profundamente en el trabajo colaborativo, en el ganar, ganar, pero también en que tú ganes hoy y mañana me ayudes a que yo lo logre. Este virus nos ha dejado caer esos trajes de súper héroes que nos marcaba la palabra éxito para ponernos otros que nos den fuerzas para enfrentar lo impredecible pero al mismo tiempo nos unan a quienes están como nosotros.
Las diferencias ahora se ven menos profundas porque todos tenemos un objetivo común. Quien entienda que no puede solo y quien esté dispuesto a ayudar, son los que para mí saldrán reforzados de todo esto.