Unidad de cuidados intensivos, un campo de batalla por la vida

Unidad de cuidados intensivos, un campo de batalla por la vida

Unidad de cuidados intensivos, un campo de batalla por la vida

Sigue en aumento ocupación de camas UCI por Covid-19 se sitúa en 77%

Reportero gráfico: Elieser Tapia

SANTO DOMINGO.-¿Qué pasaría si el personal médico que trata a los pacientes de Covid-19 en estado crítico se contagiara masivamente y ya no pudiera prestar sus servicios? ¿De qué proporciones sería la crisis sanitaria que una condición semejante provocaría?.

Un equipo de reporteros de EL DÍA conoció de prima fuente el complejo proceso a que deben someterse todos los días el personal de una unidad de cuidados intensivos del Centro Cardio-Neuro Oftalmológico y Transplante (CECANOT), que fue habilitada a mediados de marzo de manera acelerada para dar respuesta a la proliferación de casos de coronavirus.

Katiuska Gutiérrez y Ramón Barreiro cubren a Anyelo Mercedes.

Extremos necesarios
Es conocida la facilidad de transmisión de persona a persona del nuevo tipo de coronavirus. Los empleados de los bancos comerciales, los supermercados y las farmacias ha reducido a su mínima expresión la cortesía que tradicionalmente les caracteriza.

Su actitud es comprensible, tratándose de un virus que tiene el nada loable récord de encaminarse a haber influido en la muerte de 200,000 personas en el mundo, provocar millones de despidos masivos y sembrar las bases de una crisis económica de carácter global sin precedentes.

Pero, ¿y los médicos?, ¿cómo evitan el contagio teniendo que interactuar de cerca diariamente con el virus vía los infectados.

El propósito de la visita de EL DÍA a CECANOT era conocer de cerca la interacción médico-paciente en una unidad de cuidados intensivos.

Antes, era necesario dedicar unos “pocos minutos” de preparación necesaria.
El director del centro, el doctor Federico Núñez junto al nefrólogo, Ramón Barreiro; el intensivista Richard Ruiz y la emergenciologa Katiuska Gutiérrez condujeron el proceso. Los de EL DÍA junto a un equipo de reporteros de Servicios Informativos Nacionales (SIN), fueron guiados hasta una habitación de escasos tres metros cuadrados contigua a la que utilizan las enfermeras del centro como base de operaciones.

“Las medidas preventivas que tomamos con ustedes son las mismas que tomamos todos los días con los médicos, las enfermeras y el personal de apoyo”, afirmó el doctor Barreiro.

Instrucciones precisas
El nefrólogo, un hombre de unos cincuenta años de edad con espíritu dispuesto aunque de mirada cansada por el arduo trabajo, es el encargado de la logística implementada en CECANOT que hasta la fecha les ha garantizado que ninguna de las 210 personas que tienen acceso al área haya sido contagiada.

“Primero la bata quirúrgica, deben colocársela hacia atrás”, instruía Barreiro.
A la bata le siguió el gorro y un par de zapatos de características similares. En condiciones normales, además de la mascarilla que ya todos traían puesta, se estaba listo para acceder a la sala. Pero no estamos en condiciones normales. Los médicos han adoptado el vocablo kimono (vestidura tradicional japonesa), para referirse a los trajes de bioprotección.

Eran ellos los siguientes en ser colocados. Fabricados en cuero sintético, los ‘kimonos’, constituyen una sola pieza que cubre todo el cuerpo y que solo tienen de apertura una cremallera que va desde la cintura hasta la base del cuello.

A partir de ahí, se encarga de la cobertura un segundo sombrero que cubre el pelo, orejas y las mejillas.

La sensación de asfixia, la incomodidad que genera el sudor y la resistencia natural del cuerpo a todo lo nuevo era evidente.

Los de piel con tez clara empezaron a mutar al rojizo del tomate recién madurado. Se comprobaba en la única parte del cuerpo que por el momento aún se veía: la cara.

Proceso agotador
No por mucho, una segunda mascarilla aparte de la popular N-95, cubrió el resto. Lo mismo con un segundo paquete de guantes, las botas de goma y las gafas. La cinta adhesiva en brazos, piernas y parte de la cara para sellar las partes del traje que eran sensibles al movimiento completaron el proceso.

Los equipos de grabación: celulares, cámaras fotográficas y de vídeo fueron recubiertos en plástico. Al final, todos lucían exactamente de la misma forma.

Algunos médicos utilizan un marcador para destacar su nombre y posición en la parte frontal del traje de bioprotección. No es narcisismo, tienen que interactuar con un personal notablemente extenso y los carnets de identificación no suelen ser desechables. Los “minutos de preparación” se extendieron por espacio de una hora y treinta minutos.

Pero para los que trabajan de cerca con los enfermos de Covid-19, este es solo el inicio de una larga y compleja jornada de trabajo que puede extenderse hasta por 24 horas.