Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. (Ec. 1:2).
El que escribió estas palabras fue una persona que tenía todo en la vida. Salomón era el rey de Israel, tenia sabiduría dada por Dios, gobernaba una nación poderosa en la época, tenia fama, de los confines de la tierra venían a escuchar la sabiduría de Salomón, riqueza inagotable, los mejores caballos de guerra, todos los placeres de la vida él los disfrutó, unas mil mujeres estaban en su habitación dispuesta s a complacerlo.
Después de vivir como vivió, al final de su vida, termina diciendo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:13).
Cuando uno tiene una edad robusta, llena de vida, es el tiempo más oportuno para buscar y temer a Dios. Su gracia y poder fortalecerán nuestra alma para tener paz con nuestro creador.
Esto debe hacerse temprano, mientras el cuerpo es fuerte y el espíritu activo. Cuando el hombre siente dolor al revisar una vida malgastada, de no poner un alto a los placeres y la vanidad del mundo, llegan las enfermedades y la vejez, la cual tiene cierta dificultades, pero el significado es claro: mostrar cuán incómodo es tener su vida vacía y amargada.
Ciertamente, debemos reflexionar en este punto. Dicen que todos tenemos sueños que lograr, pero cuando tú consigues aquellas cosas que te propones llevara acabo y no tienes a Dios, tú mismo dirás como el predicador: “Vanidad de vanidades… todo es vanidad”. Sin Dios tiene una vida vacía, como un mar si agua. Hay un Dios que llena más que las vanidades de la vida.