Una vida nueva

Una vida nueva

Una vida nueva

El temperamento se le trastornó de una forma tan caótica y atroz que estuvo a punto de caer en un comportamiento psiquiátrico —hasta el vuelo silencioso de una mosca lo irritaba— cuando en junio la empresa lo conminó. La hora había llegado y tenía que acogerse al procedimiento para la firma inmediata de la jubilación.

Míralo de otra forma, Luis Alberto, le dijo la esposa el segundo día que se quedó en la casa, irascible, sin atisbo de compostura, pero compelido a construir nuevos hábitos, leyendo noticias absurdas en los diarios —El Banco Central Europeo analizará el «pánico» en el mercado de bonos; El país reducirá la semana laboral a cuatro días debido a la crisis; Detectan un objeto «fantasma» que se desplaza por la Vía Láctea; Hallan en Egipto 250 ataúdes y 150 estatuas de bronce de hace 2,500 años; Según un libro de 1647, los balleneros vascos descubrieron América 100 años antes que Cristóbal Colón; Tensión en Jerusalén por la Marcha de las Banderas de los judíos ultranacionalistas en el barrio musulmán; San Sebastián: la mejor ciudad gastronómica del mundo—;llenando crucigramas, leyendo horóscopos triviales, mirando la televisión a deshoras; y tratando así, sin ningún criterio, de sustituir todo el peso evaporado de su jornada laboral.

Al cabo de un mes tendrás más dinero que nunca. Y más tiempo libre para nosotros. Podrás, incluso, caminar una o dos horas por el parque; y sentarte en un banco, bajo la sombra del árbol mayor, a ver los niños persiguiéndose, jugando; y puede que el revoloteo de las palomas sirva de colirio para tus ojos.

El ingenio de su esposa, hablándole despacio y también ilusionada, del nuevo ciclo de su vida, le sacó una bella y expresiva sonrisa. En ese momento, en medio de su atolladero emocional, se sintió joven, más sosegado, con menos pesadumbre.

Las horas de los días corrieron de manera mansa. Y así ocurrió. En principio se ahorró la alarma del reloj. Ya no tenía que levantarse de madrugada para llegar sin retraso a la oficina; adiós dijo a ese tiempo tirado como agua durante el entaponamiento en el tramo más caótico de la avenida principal. En un rincón de su alma murieron las canciones de época que escuchaba en la radio —eso sí le gustaba—, durante el trayecto. Ocurrió igual con el dinero del combustible de ida y vuelta al trabajo. Y terminó con el hábito obsesivo de lavar el vehículo de manera rigurosa cada domingo. También calculó el costo de la comida adicional que cada día llevaba para almorzar en la oficina; sin olvidar los regalos esporádicos para cada compañero en su cumpleaños. Y de igual forma convirtió en ahorro el dinero que todas las semanas dedicaba a la merienda y los antojos adicionales —un helado de chocolate, un vaso de té frío, un flan de piña y su cerecita roja, excitante, montada en el centro, una taza de café, antes de regresar a la casa—; y, sobre todo, borró para siempre los diez «buenos días» que iba repartiendo de manera afable cuando sale del ascensor y recorre, despacio, el largo pasillo que lo lleva hasta el último cubículo.

Allí, en ese lugar, sentado frente a un ordenador que ya no volvería a ver, pasó 30 años de su vida.

De manera que sí. Tenías razón, le dijo en julio, un mes después, a Sofía, su mujer. Muertos de la risa, tomándose cada cual un trago exquisito. Él, un mojito de limón con Havana Club, cuatro cubos de hielo, soda y hojas de hierbabuena. Y ella disfruta, despacio, una margarita picante. El trago está servido en una copa elegante de boca ancha y tallo largo. Una perfecta mezcla de licor de naranja y tequila blanco reposado, fresas licuadas, que le dan un color rojo al coctel, consistente y excitante. Ah, y ese toque glamoroso de la rueda fina de limón verde montada para mojar el borde del cristal espolvoreado previamente con sal.

            —Luis Alberto, amor mío, esto es una maravilla —dijo ella, abrazándolo con infinita ternura y el rostro bañado en lágrimas.

No importa, al final, de quien fue la idea. Iban felices, a bordo de un flamante crucero, comiéndose a dentelladas un sueño maravilloso, alojados en un camarote con vista al mar, rumbo a las islas griegas.

 

*Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.