Transcurría el año 1984 y el entonces presidente Salvador Jorge Blanco designó al ingeniero agrónomo Domingo Marte como secretario de Estado de Agricultura. La nominación impactó el ambiente político, ya que Marte era -como se decía entonces- “un técnico seco” que se ufanaba de no tener “compromisos partidarios”. Sustituyó en el puesto a un buen amigo, excelente profesional y alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) el fenecido, licenciado Rafael Ángeles Suárez.
Ángeles Suárez, reputado economista y alto dirigente del otrora poderoso PRD había sido subsecretario de Industria y Comercio. Cuando llegó a la Secretaría de Agricultura en sustitución de su icónico y popular titular de esa Cartera, Hipólito Mejía, se encontró en esta institución con un insalvable valladar, algunos focos de resistencia por parte del área técnica y de productores, lo cual pudo sortear dado su carácter afable, conciliador y negociador.
Comencé a laborar con él en la Secretaría de Agricultura de forma un poco estrambótica. Estaba en una rueda de prensa en el salón de reuniones del Consejo Nacional Agropecuario en el Edificio B, ubicado frente al edificio principal. Laboraba en el noticiario Radio Mil Informando y una batería de colegas hacía incesantes preguntas al nuevo incumbente y se me ocurrió hacer también la mía. Cuando pregunté, éste hizo una pausa y me miró:
-¿”Y por qué estás ahí haciendo preguntas? ¿Tú no trabajas aquí con nosotros?”. En eso giró la vista hacia su derecha donde estaba su relacionista público, el maestro Juan Manuel García. Y dijo: ¿Juan, y este periodista no trabaja con nosotros? ¿Por qué está en el grupo haciendo preguntas?
Al final de la rueda de prensa, el licenciado García se me acercó, me tiró su brazo sobre mis hombros y me susurró: -“Ven mañana a llenar los papeles para tu nombramiento. No quiero que el licenciado vuelva a preguntarme…y yo no poder decirle nada”. Así, de un día para otro, me convertí en un flamante periodista de la Secretaría de Agricultura.
En un momento de la incipiente gestión de Ángeles Suárez en que un grupo de parceleros ocupó para hacer reclamos a favor de su sector, las áreas de las escaleras del edificio principal de la Secretaría. Permanecieron allí, si mal no recuerdo, unos 15 días. Durante ese lapso a alguien se le ocurrió ordenar que cerraran los baños del edificio para que no puedan ser usados por los ocupantes. Se pensó que de esa forma se obligaba a éstos a desistir de la protesta. Pero aconteció que como resultado de esa medida, cuando desocuparon el lugar tras largas y extenuantes negociaciones, las paredes y las propias escaleras quedaron atestadas de heces fecales.
El acuerdo para la desocupación aconteció un día pasada las once de la noche. A esa hora se le ocurrió a Juan Manuel García que teníamos que preparar una edición especial del periódico de Agricultura con la noticia del acuerdo que puso fin a la ocupación, así como la publicación del texto íntegro del convenio que fue firmado entre las partes.
Los periodistas nos pusimos a redactar. En tanto, García contactó a una imprenta que imprime esa misma noche cientos de ejemplares del periódico. Temprano, al otro día, se los iban entregando a los empleados que se integraban a sus labores, muchos de los cuales se enteraron en ese momento de la solución del conflicto.
-RESUELTO, recuerdo que decía en mayúscula el titular principal del periódico.
Cuando Ángeles Suárez llegó a la Secretaría el artífice de ese trabajo, el licenciado Juan Manuel García lo esperó a la entrada y le entregó a éste un ejemplar del periódico. El funcionario lo miró asombrado y atinó a decirle:
-“Oh, y ya ustedes hicieron un periódico, increíble”. Lo tomó con una sonrisa de satisfacción, felicitó a García y al equipo y siguió camino a su despacho.
Domingo Marte
Ángeles Suárez fue sustituido en el cargo por el ingeniero agrónomo Domingo Marte, quien estudió agronomía a nivel técnico en el Instituto Politécnico Loyola y luego la ingeniería agronómica en una universidad de Texas, Estados Unidos.
“Había trabajado en la Secretaría de Estado de Agricultura desde 1963, en diferentes posiciones, llegando a ser subsecretario en tiempo de Balaguer, pero renuncié”, declaró Marte en una entrevista que ofreció al periódico El Caribe en el que trata sobre los ríos del país.
“En el Gobierno de Jorge Blanco me solicitaron entrar al tren gubernamental y les dije que no estaba interesado porque tenía muchos compromisos dentro de mi empresa, que prestaba servicios internacionales en diferentes países”. “Luego de mucha insistencia acepté, pero tenía la desventaja de que no pertenecía a ningún partido político, por lo que me vieron con ojeriza ya que entendían que estaba ocupando una posición muy alta, reservada sólo para militantes”, apuntó el ahora ingeniero agrónomo, escritor, poeta y defensor del medio ambiente. En ese sentido, Marte, a sus 78 años, publicó su más reciente libro “Ecos de la costa, travesía por el litoral marino dominicano” en el que formula con clamor poético y visual un llamado sobre la necesidad de preservar los ríos y demás recursos naturales.
Éste también afrontó inconvenientes como secretario de Agricultura, pero lo superó y dejó su impronta en una de las instituciones más complejas del Estado dominicano.
Resultó que durante su gestión designaron un alto oficial militar como Subsecretario de Recursos Naturales. Todo iba “viento en popa” hasta que este funcionario nombró a un subdirector de Relaciones Públicas y Prensa de Agricultura, sin consultar al secretario Marte.
Ese nombramiento molestó bastante al director de Relaciones Públicas, el fenecido periodista, intelectual, dirigente gremial y editor cultural, Clodomiro Moquete, mi amigo y vecino entrañable.
Moquete se quejó a Marte, quien a su vez se sintió molesto porque dijo que a él tampoco se le consultó para esa designación. La persona designada, Lorenzo Sanó, no era conocida en el ambiente periodístico como para desempeñar la subdirección de Relaciones Públicas de Agricultura y eso creó un malestar que se prolongó por unos tres meses. Se rumoreó que la situación llegó al Despacho del presidente Jorge Blanco, quien según se dijo, puso en cintura al oficial y Subsecretario de Recursos Naturales.
Sanó resultó ser una persona muy afable y amistosa. En el poco tiempo que estuvo en el puesto mostró su preparación en varios sentidos. Además, llevó varias veces a su esposa y a sus hijas a la oficina, con lo que creó cierta familiaridad en el entorno. Las hijas eran dos niñas hermosas, las cuales me tomaron mucho cariño. Eso me puso en una situación incómoda. Tenía que ser leal a mi jefe, amigo y vecino Moquete y al mismo tiempo tratar de corresponder al aprecio que éste y su familia me mostraban.
Cuando lo despidieron, Sanó me llamó a su oficina y se sinceró conmigo. –“Mira, yo soy un oficial de inteligencia militar y me enviaron aquí a realizar una misión”. Me quedé atónito. Él sabía que esa información me sorprendería, entonces hizo una pausa. -“Yo tengo entrenamiento en inteligencia y contrainteligencia militar formado en Israel”.
Permanecí en silencio. Expedito pensé ¿qué tiene que ver esto con sus funciones en la Secretaría? Parece que me adivinó el pensamiento porque precisamente sobre eso me habló a seguidas: -“Además de la formación militar, a nosotros se nos enseñó relaciones humanas, relaciones públicas, redacción periodística, entre otras materias de las comunicaciones”. –“Nosotros estamos preparados para asumir cualquier responsabilidad administrativa en medio de una situación de crisis”, significó.
Me pidió que le acompañara a su vehículo donde ya había llevado la mayoría de sus pertenencias. Abrió el baúl. ¡Vaya sorpresa! Sanó tenía allí un verdadero arsenal. Desde pistolas, granadas, fusiles, ametralladoras, cuchillos tipo Rambo y chamacos, entre otros avituallamientos de uso propio de los militares. Tras mostrarme las armas, el militar me arengó en tono enfático:
-“Dile a tu jefe, al mierda de tu jefe, que me voy, pero que no fue porque él hizo que me sacaran. No, me voy porque vine aquí a realizar una misión y ya la completé, por eso me voy…”. Y visiblemente molesto, éste agregó: -“Yo pedí permiso a mi superior para romperle la nalga, pero no me autorizaron”. -“Dile a él que si me hubieran autorizado, no la estaría contando”.
No bien Sanó arrancó en su vehículo, salí presuroso a informar a Moquete lo que éste me había dicho visiblemente mal humorado.
Los gestos de Moquete eran de sorpresa. Cada vez que le narraba lo que me había dicho Sanó, el colega solo atinaba a preguntarme:
-“¿Ya se fue, ya se fue…?”.
No tenía idea de que Sanó era un oficial militar y tampoco que digirió la llamada misión que dijo cumplió en el departamento.
Luego de recibir las informaciones, Moquete salió por la parte trasera de su oficina y se marchó a su casa. Pasó un tiempo en que nuestro jefe no asistía a su trabajo, solía llamar y ordenar a sus asistentes las tareas por la vía telefónica. Su secretaria me contó que éste la llamaba y casi siempre preguntaba: -“Y el tipo ¿no ha vuelto por ahí…?”.
Moquete llegó a pedir vía telefónica chequear por los alrededores para ver si veían a Sanó merodear por el edificio de la Secretaría. Si la respuesta era negativa éste se aparecía de manera furtiva a la oficina, se aseguraba de que no había problemas, despacha rápidamente y se marchaba. Los empleados nos tomamos un buen tiempo en esta rutina.
No hay dudas de que a Moquete le causó preocupación la presencia de este “Rambo” en la Secretaría de Agricultura.
*El autor es periodista.