El periodismo basado en principios y mejores prácticas históricamente reconocidas -que le dan carácter de ciencia- pierde la batalla ante las nuevas plataformas digitales de información y opinión si decide competir con estas de igual a igual en el lodo de la viralización, el ruido y los modelos “noticia espectáculo.”
Pienso que, sin embargo, nuestro noble oficio tiene hoy una ventaja comparativa que probablemente no valora en toda su dimensión: fortalecerse como referente de la noticia creíble, contextualizada, explicativa y orientadora, con el rigor de la multiplicidad de fuentes como base.
Observo con frecuencia a marcas tradicionales e icónicas, como productos de comunicación, asumiendo los parámetros de las plataformas sensacionales e inmediatistas, con el propósito de ganar visibilidad e interacción y en esa onda olvidan todos los principios.
Haciendo lo mismo que los impostores los medios profesionales escriben su epitafio, pierden la identidad y renuncian al poder que la misma sociedad siempre les ha otorgado: ser mediadores del lenguaje para ayudar a comprender los fenómenos políticos, sociales, económicos, ambientales y servir de muro de contención frente al poder.
El periodismo profesional debería ser el ejercicio más ágil y creativo para sacar ventajas de las posibilidades que ofrecen los nuevos medios, usándolos con responsabilidad, con la bandera de la verificación, el contraste y la narrativa equilibrada y honesta.
Se trata de mostrar al público que de un lado se puede abrevar en las aguas limpias de la información, la noticia, la opinión y que del otro la oferta es turbia, aunque resulte abundante, libre, espontánea, rápida, viral y concebida bajo el encanto del morbo.
Estudios han mostrado que al inicio de la pandemia, cuando todo era confusión, mucha gente regresó a los medios tradicionales, especialmente a la televisión y a la radio, en busca de información creíble y huyendo de la Torre de Babel de las redes sociales.
Entonces, el periodismo profesional requiere reforzar cada vez más su gestión estratégica, la dirección táctica y creativa para posicionar la verdad, la confianza y la credibilidad como sus principales intangibles diferenciadores, sin dejar de usar eficientemente todas las facilidades de las nuevas tecnologías de la información.
Si no lo hace así, su destino será sucumbir, diluirse en las patas de los caballos de las plataformas desreguladas que crecen como la verdolaga, imponiendo referentes que no son las mejores guías para la sociedad ni para el equilibrio de los poderes. Necesitamos una vacuna para el buen periodismo.