A la influencia del sentimiento patriótico y antimperialista que han estado presente en estos días de abril, sugiero que, después de las venideras elecciones, organicemos una jornada conmemorativa, que culmine el 12 de julio cuando se cumplirán los cien años de la retirada de las tropas norteamericanas que desde 1916, mancillaban con sus botas el suelo dominicano.
Ya habrá pasado la campaña electoral a la cual deben dedicarse los principales esfuerzos, especialmente de quienes estamos comprometidos en ella.
De mayo a julio hay tiempo suficiente para preparar un programa de actividades que sirvan para honrar la memoria de aquellos que presentaron la correspondiente resistencia a los invasores.
De los que, en condiciones tan desventajosas, pelearon contra los ocupantes con las armas en las manos; así como a los paladines de la lucha cívica, de la denuncia y la batalla de opinión, aquí y en el exterior.
Fue digna de leyenda la muestra de indomable valor y dignidad que dio un pueblo tan pequeño frente a una potencia imperialista como los Estados Unidos, sin que los hijos de ese pequeño pueblo se rindieran ante las atrocidades de los invasores.
Una carta del obispo Alejandro Noel al ministro Russell denuncia con pluma elocuente y pulso firme cómo los ocupantes habían rebasado, y con mucho, los métodos de tortura hasta entonces conocidos por nuestro pueblo a pesar de su pasado tumultuoso y violento.
Es una buena ocasión para sentar una vez a esa potencia en el banquillo, y evidenciar que sigue siendo la misma en eso de no detenerse ante el sufrimiento que sus acciones le causen a otro pueblo. La misma potencia que hoy finge preocupación por la suerte de los palestinos y al mismo tiempo vuelca dinero a manos llenas y entrega las armas más letales a los mismos sionistas que masacran a los palestinos.
La conmemoración a que me refiero tiene importancia histórica y al mismo tiempo mucho valor actual. Cuando la lucha armada fue apagada a punta de muerte y terror en nuestros campos, entonces se crecieron los líderes del movimiento nacionalista, que acorralaron moralmente a los invasores, con la robusta solidez de sus tesis doctrinarias, con el poder demoledor de la poesía, con la fuerza del merengue, los escritos en la prensa y las movilizaciones públicas.
La lucha por la soberanía sigue vigente y esas lecciones históricas pueden servirnos de mucha utilidad. Dejo la sugerencia y después de las elecciones hablamos.