El Día Mundial del Medio Ambiente de este año nos invita a reflexionar y a actuar para preservar la única tierra que tenemos, la casa y refugio de todos los seres humanos.
Según Naciones Unidas, más del 40 % de las zonas de bosque del planeta se han degradado o están desapareciendo. La sequía ha aumentado en 29 % desde el año 2000. El planeta se está convirtiendo en un desierto hostil, en un infierno inhabitable.
En este día de llamado a preservar nuestro hogar común también nos encontramos con uno de los veranos más calientes de la historia. Las muertes por calor no dan tregua.
En México y en Estados Unidos cada día aumentan los decesos asociados a las altas temperaturas. En República Dominicana, aunque no es necesario consultar sobre el calor infernal porque el cuerpo lo sabe, cuando se indaga en Google, te informa de temperaturas extremas con sensación de calor entre 39 y 40 grados.
La tierra tomó su venganza como diría James Lovelock. La Madre Tierra, nuestra Gaia gime de dolor y de furia ante la violencia de sus hijos.
La tierra está ardiendo. Ya lo alertaban los profetas de las calamidades hace unas décadas. Si no se tomaban medidas para prevenir el calentamiento global la vida sería insoportable. Ya este tiempo llegó. Y no sólo el calor azota la humanidad, también los incendios forestales, las inundaciones, los tornados y otras catástrofes asociadas al cambio climático.
Este año la conmemoración del Día del Medio Ambiente debiera ser de luto y lamento por lo que no hicimos para prevenir lo que estamos viviendo y lo que vivirán las futuras generaciones.
El consumismo nos pasó una factura impagable. Las potencias que más contaminan el planeta ni se inmutan.
Tal vez del pesimismo extremo surja alguna esperanza. Tal vez no todo está perdido. Quizás no es tarde para asumir el llamado de Naciones Unidas a “restaurar las tierras, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia a la sequía bajo el lema “Nuestras tierras. Nuestro futuro. Somos la #GeneraciónRestauración”.